El médico del futuro

Una persona, no médico, puede acreditarse y optar a una plaza de Catedrático de Medicina Interna, aún cuando no haya visto, obviamente, un paciente en su vida

Hace un par de semanas comentaba las dificultades para encontrar médicos especialistas y para la reposición de los que se van a jubilar en esta década. Hoy me temo que voy a seguir con el asunto, aunque esta vez tratando de la formación de los ... médicos que nos habrán de atender en el futuro, y no solo porque ambas cuestiones están relacionadas, sino también a raíz de dos informes demoledores de la Conferencia Nacional de Decanos de Medicina: “Vida media del Profesorado Permanente con docencia en el Grado de Medicina” y “Profesorado médico y no médico en áreas de conocimiento básicas con docencia en el Grado de Medicina”. En ellos se pone de manifiesto la pérdida paulatina, que ya ha llegado a límites más que preocupantes, de Titulares y Catedráticos en las disciplinas clínicas. Además, los pocos que logran acreditarse para ello lo hacen con una media de edad de 55 años, edad en lo que lo natural sería ir pensando en la próxima jubilación.

Por otro lado, en las asignaturas preclínicas, el profesor médico es un perfil en vía de extinción, estando sustituido por docentes de otras titulaciones. No es un fenómeno nuevo, pero se ha acrecentado con el tiempo y la situación es ya difícilmente sostenible. Conviene recordar que la formación médica es un continuum que empieza con el primer curso de Medicina y termina con el último de especialidad, siendo requisito indispensable para trabajar en el Sistema Público de Salud, el haber recorrido toda esa trayectoria formativa. Sin embargo, ese continuum formativo está dividido en dos fases: la primera, la obtención del Grado en Medicina, y la segunda, la obtención del Título de especialista, ya sea en Medicina de Familia o en cualquier otra especialidad. De la primera fase se encarga el Sistema Universitario y de la segunda, el Sistema Nacional de Salud, pero resulta que la coordinación, o el diálogo, entre ambas estructuras responsables es más que deficitario, posiblemente porque los objetivos de unas y otras son diferentes. Señalan los Decanos, a los que por cierto el sistema universitario no les otorga ninguna competencia en materia de profesorado, que cada vez son menos los Titulares y Catedráticos médicos; en algunas disciplinas de algunas facultades ya incluso han desaparecido, Y es que, como bien indican, para ser acreditado como profesor universitario, la asistencia sanitaria no tiene prácticamente ningún valor para las Agencias universitarias de acreditación, con lo que las posibilidades de un especialista, que debe atender a sus pacientes, de convertirse en Titular o Catedrático son más bien remotas, aunque algunos lo consiguen a punto de celebrar sus 60 cumpleaños. Por otro lado, y bien entendido que la multidisciplinariedad es algo positivo, especialmente en investigación, resulta que las áreas de conocimiento, tal como las establece el sistema universitario, complican aún más la situación, de tal manera que una persona, no médico, puede acreditarse y optar a una plaza de Catedrático de Medicina Interna, aún cuando no haya visto, obviamente, un paciente en su vida. Ahora que se habla mucho de “autoaprendizaje” para aprender a ser médico no va a quedar otra; o bien, conformarnos con formar bioingenieros para reparar organismos descompuestos.

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