Indiferente cotidianidad
Nada más humano que adaptarse a lo que hay y parece que nuestro inconsciente ha concluido que, nos guste o no, echar al virus no va a ser tarea fácil
Parece que, con algunas peculiaridades, la vida vuelve a la normalidad. La provincia de Cádiz, de moda desde antes de la pandemia, está hasta los topes. El nudo de Tres Caminos ya es otra vez el de toda la vida, la falta de acentos guiris ... se compensa con la de todos los dejes nacionales posibles y, aunque con menos colorido, las ‘no fiestas’ patronales tienen fecha en el calendario. Encontrar mesa libre, o aparcamiento, en Cádiz es de nuevo tarea imposible, y la Policía vuelve a alertar sobre los cacos veraniegos que, en esta ocasión, van enmascarados para cumplir con la normativa.
Y es que la gente ya está cansada; tan cansada que las cifras diarias de vacunados, infectados, afectados o ingresados por Covid se leen en la prensa como si del horario de las mareas se tratase. Nada más humano que adaptarse a lo que hay y parece que nuestro inconsciente ha concluido que, nos guste o no, echar al virus no va a ser tarea fácil y habrá que vivir con ello por tiempo indefinido.
Como ha señalado un investigador de Oxford, el objetivo de alcanzar un determinado porcentaje de vacunados para lograr la inmunidad de grupo se aleja cada vez más; todavía no se ha llegado al 65% de vacunados con dos dosis en nuestro país y ya empiezan a identificarse personas infectadas entre aquellas que recibieron la vacuna en la primera fase, sanitarios y mayores.
Al fin y al cabo, la tardanza en la vacunación en un mundo que no conoce fronteras, por muchas listas rojas, ámbar o verdes que establezcan los países, le ha permitido al virus buscarse la vida para sortear la ofensiva vacunal y terminar, como nosotros, adaptándose a las circunstancias.
Pero el que los seres humanos, por salud mental y porque hay que seguir trabajando para poder vivir, terminemos acostumbrándonos a la nueva situación no quita para exigir más transparencia, mayor información y, sobre todo, una estrategia eficaz y eficiente a nivel global para acabar con un virus que sigue peleando, y lo está haciendo muy bien, por su supervivencia biológica en todo el mundo. La Unión Europea, junto a las negociaciones en curso con nuevos productos, ha extendido los contratos con determinadas farmacéuticas lo que viene a significar que antes o después –esperemos que no demasiado tarde teniendo en cuenta lo listo que se muestra el virus– se administrará una tercera dosis. Alguna vez nos enteraremos que es lo que hay realmente detrás de la suspensión de contratos con determinadas compañías; imagino que, en paralelo a la ofensiva contra el virus en el primer mundo, también las farmacéuticas mantienen entre ellas su lucha particular.
Y mientras tanto, nosotros nos seguimos adaptando a la normalidad; volvemos a ver en el telediario, entre el momento de playa y el de salir a la fresquita, como si de una película se tratase, las escenas en el aeropuerto de Kabul que nos recuerdan a las de Vietnam, o las que nos muestran la situación en el país más pobre de América, Haití , que recibió sus primeras vacunas muy poco antes del terremoto. De otros países del Tercer Mundo no tenemos noticias. Adaptarse, con precaución, para seguir con nuestras vidas es bueno, pero hacerlo a la indiferente cotidianidad nos terminará pasando una factura más alta de lo que podamos imaginar.