Opinión
El funeral del 78
«Los del coro ‘La Guillotina’ decidieron, con buen criterio, que ya no se podía esperar más y que era necesario organizar el sepelio y dar el carpetazo definitivo»
El 5 de febrero de 1978, hace ya 43 años camino de 44, tuvo lugar en Cádiz un sentido funeral. Tan sentido que el triste cortejo fue seguido por cientos de gaditanos que, cariacontecidos, se agolpaban en las calles al paso del cortejo para expresar ... sus respetos al finado. Hay que reconocer que, aún cuando no faltaron auténticos dolientes, la mayoría de los tristes semblantes no eran más que puras máscaras que disimulaban, más mal que bien, el alivio de que por fin se despachara al muerto.
Aquel día, que por cierto cayó en domingo y que, sin lugar a dudas, recordarán los que ya peinan canas, el solemne funeral, de los que ya no se hacen, partía, a las cinco y cuarto de la tarde, de la plaza de San Francisco, y siguiendo por la calle homónima y Nueva alcanzaba San Juan de Dios, para el obligado pase ante el Ayuntamiento, para continuar luego por Alonso el Sabio, hoy Pelota, la plaza de la Catedral, Compañía, la plaza de las Flores, daba una vuelta a la Plaza, donde tan buenos momentos había pasado el susodicho y donde los dolientes se emplazaron a volver todos los años, y continuó por Columela, el Palillero, la calle Ancha, la plaza de San Antonio, Veedor, entonces sin bolardos, Mentidero y la calle Hércules hasta alcanzar la plaza del Falla, donde por fin se despidió, entonces se creyó que para siempre, al fallecido.
En la comitiva no faltó la representación municipal, eclesiástica y militar, con los soldados marcando el paso junto al féretro; tampoco los tambores, ni las marchas fúnebres. Ni, por supuesto, las coronas de flores que enviaron antiguos deudos con las correspondientes cintas. «Un concejal in memoriam», «Vicente no te olvida» o «De tus amigas, las casetas» expresaban algunas de ellas y, como no podía ser de otra manera, colocado sobre el féretro se dispuso al dichoso martillito que, de paso, se enterraba afortunadamente también. Si, por fin se le daba sepultura a las Fiestas Típicas gaditanas del mes de mayo, que ya llevaban oliendo todo un año entero desde cuando volvieron, en el 77, los carnavales a febrero y con su nombre.
Los del coro ‘La Guillotina’ decidieron , con buen criterio, que ya no se podía esperar más y que era necesario organizar el sepelio y dar el carpetazo definitivo. La vuelta de los carnavales democráticos el año anterior había simbolizado el fin de una larguísima cuaresma que también, por fin, volvía así limitada a su propio tiempo. Pero ahora resulta que el muerto no lo estaba tanto y que, con un poco de ayuda, está empeñado en volver para recrearse en la primavera gaditana.
Incluso cuando aún no se llamaba Carnaval, en 1967, la fiesta se trasladó de febrero a mayo, justificándose el cambio con el robusto argumento de asegurar así la climatología; ahora la resucitación viene huyendo de la sexta ola, aunque con eso de las nuevas variantes, los negacionistas, y que no se vacuna a la gente en el mundo, habrá que correr mucho para que no nos coja la 7ª, la 8ª o la 9ª. A lo mejor, entre el Carnaval de siempre que no se quiere ir , las fiestas típicas que amenazan con volver y que ya tenemos un Carnaval de verano desde hace algunos años, una posible alternativa sería la de declarar el Carnaval Perpetuo Gaditano y así todos contentos y sin que se moleste nadie.
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