A escondidas en Carnaval
Ni siquiera la histeria por el coronavirus, que consiguió dar el cerrojazo al de Venecia, ha logrado hacer mella en el nuestro
Como todo el mundo sabe, y a pesar de la oficialidad de los fuegos artificiales del fin de fiesta, el Carnaval de Cádiz todavía no ha terminado. Por mucho que ardiera el Dios Momo para dar paso a la Cuaresma, y a pesar ... de que la Bruja Piti quisiera ahuyentar a los gaditanos, lanzando cenizas y chispas al personal, todavía nos queda tiempo de diversión en las calles. Porque el Domingo de Piñata sólo marca el inicio de una semana de merecido descanso para poder volver con fuerzas renovadas en el Carnaval Chiquito, el Carnaval de los jartibles, que somos muchos, y es que el éxito que el Carnaval gaditano tiene allende nuestro cantón justifica por si solo que nos reservemos un fin de semana exclusivo para los gaditanos. Porque nuestra Fiesta es mucha fiesta. Ni siquiera la histeria por el coronavirus, que consiguió dar el cerrojazo al de Venecia, ha logrado hacer mella en el nuestro, ni ha impedido que las esquinas del centro se llenasen de ilegales con su público totalmente entregado. Así que es lógico que nuestro Carnaval haya logrado recientemente, y con todo merecimiento, ser declarado Bien de Interés Cultural e inscrito en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz como actividad de interés etnológico.
Ahora solo queda pendiente que por su singularidad la Unesco lo incluya dentro del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y en eso se está. Que su proyección exterior está en aumento es indudable; solo hay que ver el éxito de las agrupaciones en sus giras por el país. El Carnaval de Cádiz en Cataluña ya va por su IV edición desde que las chirigotas y comparsas debutaran hace unos años en el Liceu barcelonés, aunque no fue ésta la primera vez que los cuplés, los pasodobles y los tanguillos pudieron escucharse en directo, más allá de las fronteras gaditanas y andaluzas, en las tablas de un teatro. En esto también fue Paco Alba un pionero y ya con su chirigota se estrenó, en 1960, en el Teatro Reina Victoria de Madrid, con ‘La viudita naviera’ de José María Pemán.
El Carnaval no estaría bien visto por el régimen, pero no consiguió impedir, como el coronavirus ahora, que fuera el protagonista de la escena madrileña de la mano del gran escritor y periodista y del genial comparsista. Poco después se rodó en Cádiz la película, en un Cádiz que no necesitó disfrazarse de Pamplona o de La Habana, por más que nos parezcamos a la segunda como canta el tango, en un rodaje en el que los carnavales gaditanos llenaron las pantallas españolas con la obra de José María Pemán. Es obvio que el Carnaval de Cádiz no le tiene miedo a nada ni a nadie; en todo caso habría que tenerlo a las muestras de rencor que se hacen a escondidas, y que casan poco con la libertad y la tolerancia del carnaval, como la retirada de la placa de Pemán de la casa en la que nació. Esas cosas, y no el coronavirus, son las que dan repelús. Y como seguimos en Carnaval toca recordar un tango del Coro de La Viña, de aquel ‘Bátmonos que nos vamos’, Primer Premio del Concurso del Falla: «Lloraba la piconera por la Alameda, porque en el Parque tumbada está la estatua que le erigiera esta ciudad tan señera a José María Pemán…. Y ahora yo en mi tango ya le levanto a su poesía un monumento lleno de vía para que nadie pueda arrancarlo».
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