Epidemia
Con esas cifras no se justifica el pánico ni las actitudes hacia personas que, por sus rasgos, identificamos como de la región del globo donde se originó el foco
La revista Science publicó en marzo de 2018 el trabajo de varios investigadores del MIT en el que demostraban que las noticias falsas se extienden, y se creen, mucho más fácilmente que las verdaderas. Y, recientemente, representantes de la OMS se reunían con los de ... Google, Twitter, Facebook y Amazon para tratar de cortar la difusión de fake news sobre el coronavirus . El miedo también puede ser pandémico; un temor alentado con falsedades. Los coronavirus forman una familia de virus que pueden dar desde resfriados hasta cuadros más severos y uno de ellos, el nuevo 2019-nCoV, es el que ahora nos tiene asustados. Es verdad que cuando se habla de 68.500 afectados se nos encienden los sistemas de alarma; pero también hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de ellos se encuentran en una zona que alberga una población de 60 millones de habitantes. Hagamos una simple regla de tres. Los datos señalan una letalidad de alrededor del 2,4%, tratándose posiblemente de personas con patologías previas o mal estado de salud. Con esas cifras no se justifica el pánico ni las actitudes hacia personas que, por sus rasgos, identificamos como de la región del globo donde se originó el foco.
Nada que ver con la gripe “española” de 1918-19, de enorme virulencia, y que se llamó así no porque se originara aquí sino porque España fue el primero de los países que informó sobre ella. Lo injustificado del miedo, y de las actitudes de rechazo, no significa que no tengamos que ser conscientes de que, en el mundo globalizado en el que nos movemos, en el que miles de kilómetros se pueden salvar en pocas horas, la producción de un brote de una enfermedad transmisible puede transformar una crisis regional en un problema global, lo que explica las medidas recomendadas por las organizaciones sanitarias internacionales. En el mundo en el que vivimos no tendremos más remedio que acostumbrarnos a la aparición de enfermedades emergentes y, dejando de lado el miedo, estar preparados para actuar y para prevenir de manera coordinada. Son múltiples los factores que nos obligan a ello; por ejemplo, el calentamiento global hace que la población mundial expuesta a mosquitos portadores de determinados virus sea cada vez mayor. En febrero del año pasado la OMS organizó una consulta para identificar las enfermedades prioritarias para su plan de Investigación. La lista incluía aquellos cuadros que han originado las alertas sanitarias globales del siglo XXI como el Ébola o el SARS y, también, la llamada enfermedad “X”, es decir aquella que podría surgir causada por un agente que, a día de hoy, no se conoce como patógeno para el hombre. Investigación, prevención, concienciación y cooperación internacional. Tanto la OMS como la UE disponen de sistemas de alerta precoz y respuesta rápida ante brotes epidémicos. También España, que según el Global Health Security Index está preparada para responder eficazmente, dispone de esos mecanismos. El eslabón débil está en aquellos lugares con sistemas socio-sanitarios débiles o incapaces de atajar el contagio en su fuente animal, cuando sabemos que la mayoría de las enfermedades emergentes son zoonosis que desde los animales pueden saltar al hombre. Todo un reto para la cooperación internacional.
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