2020, el bisiesto
«En unos días despediremos a este bisiesto que, más que un año, parece que haya sido un siglo»
Hoy es el Día de los Inocentes y esperamos como agua de mayo las campanadas del 31 para decir adiós a un 2020 horroroso, un terrible bisiesto de libro; ‘el -bis sextus dies ante calendas martii’ que implantara Julio César en el que sería su ... primer, y último, bisiesto. Cuando el año pasado tomábamos las uvas ni remotamente se nos pasaba por la cabeza lo que de verdad nos esperaba.
Y eso que el año empezaba raro, porque no es normal que un candidato a presidente organice un debate de investidura en pleno recibimiento de destacados visitantes como SSMM los Reyes de Oriente, quizá porque para los socios, que dieron los votos necesarios para ello, la monarquía no es de recibo como no han parado de repetir todos los días del año, no fuera a ser que la gente, en pandemia y con la vista puesta en los hospitales y en las residencias de mayores, olvidara cuales son las auténticas prioridades.
En unos días despediremos a este bisiesto que, más que un año, parece que haya sido un siglo. Nunca un año se nos había hecho tan largo y eso que solo ha tenido un día de más; un 2020 que no debería contabilizarse, a efectos de edad, como año cumplido.
Un año en el que se nos han ido demasiadas personas, en el que se cayeron todas las previsiones personales, laborales, sociales, económicas… y en el que ha habido que afrontar situaciones desgarradoras e impensables meses atrás.
Un año que tuvo un pequeño preludio, el de la simple gripe porque aquí todo lo tenemos controlado, y dos fases, la del confinamiento y la de la desescalada, de acuerdo a lo establecido en el RD de junio, al que por cierto el virus no ha hecho demasiado caso.
En la fase del confinamiento muchos no tuvieron más remedio que familiarizarse con las plataformas y las interminables sesiones on-line; otros muchos vieron como sus trabajos se iban al garete, y todos seguíamos por la prensa y la televisión los partes diarios de bajas y la entrega total de esos profesionales luchando, en primera fila, contra la pandemia. La muerte en soledad de muchos ha sido una terrible realidad.
Las fronteras europeas se cerraron, excepción hecha con la de Gibraltar y, por fin, llegó el verano y, con él, el Decreto de la nueva normalidad que, al final, no fue tan normal como deseábamos. Porque, además de la pandemia, el año siguió siendo tan raro como empezó; quien nos iba a decir, mientras despedíamos al 2019, que en el 2020 el Cádiz ganaría al Madrid y al Barcelona jugando en Primera. La segunda fase, la del post-confinamiento, ha sido la de las olas y el sálvese quien pueda.
Ya teníamos mascarillas, después de muchos intentos fallidos, y ahora tocaba que cada Comunidad se hiciese responsable de lo que llegase, porque el Gobierno debía dedicarse a otras cosas. Una segunda fase en la que los más pequeños han demostrado un encomiable sentido común que esperemos no decaiga con la edad; en la que demostramos que la memoria es corta y que un número no despreciable de los que a las 20 h., con puntualidad británica, aplaudían a los sanitarios pasarían, sin solución de continuidad, a hacer caso omiso de las recomendaciones de esos mismos sanitarios; una fase en la que constatábamos que algunos jóvenes no eran tan solidarios, ni estaban tan bien preparados, como les presuponíamos; una fase en la que todos estábamos más al tanto de la normativa sobre si las reuniones podían ser de 6, de 10 o de 12, o de la definición de allegado, que del propio comportamiento del virus que, inexplicablemente, seguía sin leer los Boletines Oficiales. Además, parece que el virus no se deja engañar tan fácilmente, por mucho que intentemos convencerle de que lo de conviviente no se refiere a vivir juntos. Y mientras la mayoría de los ciudadanos estaba en todo ello, o esperando cobrar los ERTE o el ingreso mínimo vital, la vida continuaba su curso. Se aprobaron los Presupuestos del 2021, se liaba con la Reforma del Poder Judicial, y se ultimaban dos leyes del primer año de la XIV Legislatura, la Ley Celaá con la exclusión del español como lengua vehicular del país, y con la polémica sobre la libertad de elección de los padres, y la Ley de la Eutanasia.
El año bisiesto no ha dado para más. Hoy es el Día de los Inocentes; ya solo quedan 3 para decirle adiós al 2020. El próximo 31, en la Puerta del Sol, se volverán a escuchar los cuartos y las 12 campanadas y, mientras cotilleamos sobre el traje de la Pedroche, le daremos la bienvenida a un esperanzador nuevo año.
Eso por aquí, porque para los chinos la llegada del nuevo año deberá esperar a febrero, mientras que los musulmanes tendrán que hacer acopio de paciencia hasta agosto; los judíos ya lo estrenaron en septiembre, y los hindúes en noviembre, sin que sus vidas hayan experimentado muchos cambios hasta el momento. Y es que, con lo que ha caído, y está cayendo, ¿quién se atreve a hacer predicciones?
El nuevo año se estrena con el Brexit y, si no hay acuerdo, en la provincia de Cádiz tendremos una nueva frontera exterior de la UE, de manera que la verja del Peñón, abierta con la pandemia, se cerrará coincidiendo con la época de las vacunaciones, lo que no dejaría de ser también raro para empezar el 2021.
Sabemos también que nuestro Producto Interior Bruto ha caído por los suelos, que la economía española, según Eurostat, es de las que más ha reducido el empleo en toda la eurozona, y si hay algún país de la UE que necesita como el comer la ayuda comunitaria, ese es España. La Unión Europea ha hecho un esfuerzo sin precedentes; nunca hemos sido tan consciente de la importancia de estar unidos. Pero los primeros desembolsos no llegarán, previsiblemente, hasta el verano y, hasta entonces, deberemos hacer nuevos acopios de paciencia y resistencia. Otra cosa será como se utilicen y gestionen. Afortunadamente las vacunas están llegando antes; son el regalo anticipado de Papa Noel y de los Reyes Magos, también con la imprescindible ayuda europea.
Unas vacunas que nos traen esperanza, aunque como ocurre con las PCRs, no hay que caer en la falsa seguridad, por lo que tendremos que seguir manteniendo todas las medidas de precaución y distancia social hasta lograr los niveles de vacunación adecuados en toda la población; así que tendremos que seguir usando las FFP2 que, ya en el 2021, las tendremos en todos los colores imaginables. Otra cuestión es como llegarán las vacunas a todos esos lugares del tercer mundo de los que no hemos tenido apenas noticias en el año de la pandemia; al fin y al cabo, vivimos en una aldea global en la que nada nos es ajeno, y en la que la epidemia nos ha demostrado que, en este primer mundo, no somos tan magníficos como nos creíamos. Aunque, de todas maneras, nuestra memoria seguirá siendo, como siempre, corta.
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