Montiel de Arnáiz - OPINIÓN

El fangal

Debería ser sencillo cumplir la legalidad vigente y no pervertir fraudulentamente su uso, el que propende a la justicia, ¿verdad?

MONTIEL DE ARNÁIZ

Son malos tiempos para la lírica del Partido Popular justo ahora que expira el plazo pre-pre-electoral. José Manuel Soria, uno de los titulares más respetados de Mariano Rajoy, ha cesado en su cargo de ministro de Industria y fomento (en funciones) tras mentir sobre su participación en sociedades offshore en Panamá y otros paraísos fiscales. Su torpeza ha sido mayúscula, como se ha apreciado en las sucesivas declaraciones y ruedas de prensa de días pasados, y el aparato marianístico le ha obligado a coger apresuradamente las de Villa Diego para dar razón de su ejemplaridad.

Debería ser sencillo cumplir la legalidad vigente y no pervertir fraudulentamente su uso, el que propende a la justicia, ¿verdad? Podrían prohibirse los paraísos fiscales, destruir la consentida opacidad tributaria, conseguir que los países colaboraran internacionalmente en evitar que las grandes fortunas esquivaran sus obligaciones tributarias y sancionaran y bloquearan a los Estados que no se adhirieran a estas políticas de transparencia fiscal. En fin, hacer algo. ¿Todos estamos de acuerdo? Claro que sí.

Y luego, en relación con los ceses y dimisiones de los políticos, ¿tan difícil sería realizar una reforma legislativa ética y estética que contemplara el momento «procesal» en el que un representante popular deba dimitir o ser cesado de su cargo? Es necesario recordar a la casta política ese dicho caduco, machista y seguramente fascista y neoliberal que dice que «la mujer del César debe serlo y parecerlo». Desgraciadamente, en los últimos tiempos nuestros representantes están más preocupados de guarecerse de los temporales que les arrecian (las elecciones por venir, la UDEF, los papeles de Panamá, y las manifestaciones pro Carlos Lorenzo) que de otra cosa.

La vía para cambiar el sistema es utilizar democráticamente la legalidad, no forzar prevaricadoramente la realidad queriendo adecuarla a nuestros intereses partidistas. Es necesaria la máxima madurez y disposición para llegar a acuerdos de mínimos –erradicación de los paraísos fiscales, estipulación de los ceses y dimisiones basados en el cumplimiento de la legalidad de los representantes del pueblo en las instituciones públicas– para conseguir escapar de este fangal de arenas movedizas en el que nos hunden a diario, ya sea en Panamá o Venezuela, en Sevilla o en Valencia, en Granada o en Cádiz.

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