Antonio Camerino Ares - OPINIÓN

Extraños pensamientos

Existe otra violencia, menos atronadora pero igualmente letal, la violencia por omisión

n la historia del pensamiento humano, de la filosofía y de la ética, muchas han sido las opiniones, o mejor dicho las certezas, de que el hombre, como especie, es bueno por naturaleza. Que la sociedad, el medio y las circunstancias son las que hacen que se corrompa y que su maldad aflore. Los menos han considerado que la malicia humana es consustancial a su forma de ser, y que son las normas impuestas y la educación asumida las que moldean ese alma oscura, transformándolo en un ser sociable. La violencia sin razón , por el mero hecho de hacer daño al prójimo puede ser la máxima expresión de ese mal que nos acompaña.

Decía el Papa Francisco , en una de sus declaraciones, que estamos ante la III Guerra Mundial a pedacitos . Trozos de temor y miedo que se ceban con víctimas escogidas al azar, pero con nombres y apellidos, con vidas rotas que se multiplican y que habitaran para siempre en el caos. Retazos de maldad que siembran el desconcierto y la desesperación. Partículas de metralla que se adentran con violencia hasta el alma.

¿Qué extraños pensamientos pueden llevar a un joven, de apenas veinte años, a morir matando a gentes inocentes ? ¿Qué pensó durante ese segundo antes de apretar el fatídico botón atronador y lleno de oscuridad? ¿En qué se quedo esa promesa de alcanzar el paraíso o el séptimo cielo? ¿Qué ideología, religión o creencia valen más que una vida humana?. Ante esta insensatez todos somos potenciales víctimas, sólo basta con cruzarse en el camino de aquél que un día tuvo un extraño pensamiento. Pensar que el uso de la violencia permite ganar derechos es de necios.

Todas las revoluciones están sembradas de perdedores , de ilusos frustrados. En cada acto de esta forma de violencia por acción las víctimas se cuentan por decenas. Da igual que sea una plaza pública, un mercado, la puerta de un colegio, un hospital, un espectáculo para adolescentes, que una mezquita, una sinagoga o una iglesia cristiana. La cuestión es matar indiscriminadamente, cuanto más atroz mejor.

Existe otra violencia, menos atronadora pero igualmente letal, la violencia por omisión . ¿Qué extrañas decisiones hacen que una sociedad se pueda mantener impávida ante la muerte evitable ajena? ¿Qué motivos egotistas pueden hacer que nos mantengamos inermes ante la muerte extraña? ¿Qué miedos se ceban sobre los que temen perder derechos teniendo garantizados el sustento y la paz? ¿Qué causas hacen que los gobiernos sean cortos de miras y no sepan comprender que a la pobreza no se puede poner barreras? ¿Cómo no comprender que la miseria, la guerra y el hambre son el principal motor de las migraciones?

Por miles se cuentan las muertes silenciosas enteradas en el Mediterráneo. Vidas anónimas que han ahogado sus deseos y esperanzas para siempre. Los gritos del naufragio son menos estridentes que las sirenas de ambulancias que surcan despavoridas por las ciudades. Pero el dolor es el mismo, y cada vida perdida lleva su triste pesar.

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