MONTIEL DE ARNÁIZ - OPINIÓN
Mi expediente X
Mi expediente X concluye que el paso del tiempo, tan lento y letánico, acabará mostrándonos la victoria de Pablo, el Tyrion de Vallecas
No se trata de tener un viejo en la barriga, como dice mi herida Heredia, ni de pensar mal para siempre acertar. A veces hay que buscar la senda de la verdad en lo increíble, en lo surrealista, aunque sea sólo por sorprender. Las intrincadas traiciones que vemos en las series de televisión no son sino reflejo de la cotidianidad. Hemos de navegar entre la distopía y la ucronía, aguas movedizas hechas de ambrosía, si queremos ejercitar en nuestras vidas ese axioma que rezaba Fox Mulder: «la verdad está ahí fuera».
Si fuera espía, agente doble o un Mata-Hari cualquiera, elevaría a mis jefes un informe de esos de planteamiento, nudo y desenlace, que plantearía que los políticos nos han estado mintiendo. ¡Vaya obviedad! La info incontrastada que redactaría iría escrita con tinta de jugo de limón para desvelarse únicamente al albur de una lengua de fuego y explicaría el pacto subrepticio de dos líderes -llamémoslos Pablo Sánchez y Pedro Iglesias- que habrían acordado acabar con actual gobierno mediante un pacto a medio plazo.
Su primer habría sido el apoyo de los hijos de Pedro a los de Pablo en los municipios, que se entregarían a estos últimos como Boabdil obsequió Granada a los Reyes Católicos. El segundo hito iría a ser el asalto a la nación, según un acuerdo traslúcido, pero Pablo, tahúr zurdo, antes de repartir cartas y sillones, ocultaba un plan B (y puede que también un C): con las alcaldías en las alcancías y esgrimiendo los resultados obtenidos en las elecciones nacionales, invocaría la vieja regla del incumplidor nato, la del 'rebus sic stantibus'. Pedro y sus huestes sufrirían entonces el temor que provoca la traición y la esperanza de un gobierno quedaría enterrada en cal viva, clavada como una pica en la hierba que se siega antes de empezar a crecer.
Mi expediente X concluye que el paso del tiempo, tan lento y letánico, acabará mostrándonos la victoria de Pablo, el Tyrion de Vallecas. Amparado en las alcaldías y en su propia habilidad, el joven estratega pisoteará los rosales de su rival mientras acude a buscarle el tallo del cuello con una afilada hoz en la mano. Es más, verse degollado, Pedro no derramará ni una sola gota de sangre.