El Apunte

Exhibicionismo político

El alcalde ha puesto a toda una cofradía e incluso a su propia familia en una situación incómoda por un afán publicitario de difícil explicación

LA VOZ

El hermano mayor del Nazareno ha sido el primero en poner algo de cordura. Le ha pedido al alcalde que no convierta la estación de penitencia, la procesión, en un «circo mediático». Porque el alcalde ha manejado mal su gesto. Si ha decidido no acudir a la presidencia de una procesión, si no quiere protagonizar el acto de entrega del bastón de mando a una imagen religiosa, está en su derecho de hacerlo. Hasta ahí, su proceder es legítimo.Los muchos que piensan de otra forma no compartirán su proceder y hasta ahí llega el caso. Pero la coletilla envenenada que añadió, eso de que irá «como hijo y gaditano» a acompañar a su madre en la penitencia supone una contradicción y un error, un ejercicio de exhibicionismo, un afán publicitario, de difícil explicación. Al querer quedar bien con todos –con los que pretenden separar religión de instituciones y con los que profesan la fe mayoritaria en esta parte del mundo– sólo consigue molestar a cada uno. Eso de acudir como ciudadano le está vedado, es imposible. José María González Santos es alcalde las 24 horas de cada día. Hasta nueva decisión de las urnas o del pleno. Eso de quitarse y ponerse la figurada banda no es posible.

Al anunciar que no quiere aparecer como regidor en un acto pero anunciar su presencia está comprometiendo a todos. A su partido, a sus compañeros. Pero, en el colmo de la impertinencia, pone en el disparadero a una hermandad entera que puede tener que soportar reacciones extemporáneas, ajenas, de un público distinto, o una nube de fotógrafos. Ha comprometido hasta a su familia, a su madre que nada tenía que ver en todo esto y a la que ha convertido con temeridad en protagonista de un acontecimiento, cuando la señora sólo ejercía un derecho individual de practicar un rito religioso con discreción y recogimiento. Mal asesorado debe de estar el alcalde si nadie le dijo que su gesto tiene un millón de inconvenientes que, además, no eran necesarios para decir simplemente que no va a presidir una procesión y que no comparte determinadas creencias.

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