EL APUNTE

La excepción también acaba en decepción

La llegada de la planta de Torrot parecía un alivio tras varios golpes a la industria de la Bahía

La Voz de Cádiz

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El sector industrial de la Bahía de Cádiz parecía en vías de recuperarse. Con los diques de Navantia a pleno rendimiento durante muchos años y con el motor aeronáutico estabilizado pese a las turbulencias del mercado, quedaban los complementos que devolvieran la robustez a un ... apartado esencial de la economía, muy dañado durante la última década del siglo pasado y la primera del presente. El proyecto que Torrot anunciara y firmara hace dos años debía ser uno de esos valores añadidos. Su intención de invertir en Cádiz para fabricar un nuevo modelo de motocicleta eléctrica y la adjudicación de las obras de la antigua factoría de Altadis parecían los últimos pasos para poner en pie un proyecto que, más por simbolismo que por cifras, podía ser un pequeño hito en la industria de la Bahía de Cádiz, un feliz remate a la recuperación de astilleros y factorías de equipamientos para aeronaves. De sus paredes iba a salir el Velocípedo, una moto de 125 centímetros cúbicos que funcionaría con baterías eléctricas y que cada vez parece encontrar más mercado en muchas ciudades españolas, europeas y de todo el mundo gracias a las nuevas fórmulas de alquiler, por ejemplo. Durante los dos últimos años, las noticias sobre la inversión gaditana de Torrot se habían sucedido hasta parecer una propuesta firme que podría propiciar decenas de puestos de trabajo estables, en condiciones lejanas a la precariedad. La gran virtud del sector industrial respecto a otros es que a los empleos que crea se les supone mayores niveles de estabilidad y retribución. Era necesario que la llegada de una empresa a Cádiz tuviera final feliz porque la comarca había vivido entre 2008 y 2010 un rosario de anuncios que terminaron en humo negro. El cierre de la factoría de Delphi en junio de 2007 llevó a las administraciones públicas, especialmente a la Junta de Andalucía, a activar planes de reindustrialización que tenían como objetivo captar inversores a golpe de ayudas y subvenciones con fondos públicos. Los números, las pruebas, dicen que salió mal. Ahora, la historia parecía otra, una revancha, un alivio. Todos queríamos pensar que sonaba de forma muy diferente a los anteriores cantos de sirenas que acabaron siendo milongas de ‘cazasubvenciones’. Sin embargo, el final parece que será igualmente decepcionante.

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