La excelencia turística y sus enemigos
El nombramiento de Zahara de la Sierra como municipio turístico reabre el debate sobre el futuro del sector ahora que vuelven las cifras prepandemia
La concesión del título de municipio turístico a otra de las prodigiosas localidades de la provincia de Cádiz (Zahara de la Sierra, en este caso) reabre el debate sobre la necesidad de afinar, afilar, su apuesta por este sector económico esencial en esta tierra ahora ... que reaparecen las cifras anteriores a la pandemia. Al final, ese tipo de debates siempre se zanjan con un tópico: hay que buscar el turismo de calidad. Pero nadie sabe bien qué significa ese término, nadie sabe fijar los límites mínimos y máximos de ese calificativo. No es exactamente buscar el lujo puesto que si sólo se buscaran visitantes con unas rentas altísimas sería, forzosamente, minoritario. El sector, en cambio, necesita de un grueso de visitantes, en distintas épocas del año, de un cuerpo amplio que forzosamente debe dividirse en distintos niveles adquisitivos. Quizás, lo mejor para definir sea poner un ejemplo.
Turismo de calidad es el que pueden ofrecer equipamientos ubicados en zonas de gran belleza pero que ofrezcan todo tipo de comodidades y avances tecnológicos mientras respetan el medio ambiente, se funden con el paisaje sin romper sus perfiles ni dañar el entorno del que se alimentan. Con capacidad, con vistas, con complementos, equipamientos, actividades y una buena relación entre todo eso y el precio que cuesta una estancia media. En la provincia gaditana hay muchas zonas que responden a esa definición. Desde las ahora protagonistas en la Sierra hasta los hoteles de Sancti Petri, de Jerez a Cádiz, de Tarifa a Sanlúcar, sin ir más lejos en el espacio ni en el tiempo. Varios de estos enclaves son elegidos, un año tras otro, como los mejor valorados por los usuarios en toda España con miles de votos en distintos foros y páginas web de especialización turística.
El riesgo a controlar es el que vivieron anualmente, antes del virus, ayuntamientos como los de Vejer, Barbate, Conil o Tarifa, que en determinados momentos veraniegos se declaraban impotentes para controlar una población provisional que, durante dos meses, multiplica por mucho su censo habitual. La masificación, con sus consecuencias en la calidad de los servicios básicos (agua, electricidad, limpieza, transporte, aparcamiento...), en la seguridad o la convivencia, es el efecto a evitar para conservar esta merecida y bien ganada fama de excelencia.