OPINIÓN

Estrenando año

Acabamos de cumplir con todos los rituales de fin de año

Acabamos de cumplir con todos los rituales de fin de año. Nos hemos comido las uvas con la Pedroche, con la Igartiburu o con la troupe de Sálvame, intentando no atragantarnos con las pepitas, procurando no confundir los cuartos con las campanadas, pretendiendo que lo malo del 2017 se vaya para no volver, pidiendo que se nos cumplan una serie de deseos y haciendo grandes propósitos de autodisciplina para que, en el 2018, hagamos, por fin, todas esas cosas que vamos dejando para más adelante. Como cada 31 de diciembre, un montón de cosas en un solo minuto y, como cada año, con grandes dosis de esperanza. Quien le iba a decir a los romanos, cuando marcaban la organización de sus campañas anuales y nombraban a sus cónsules el 1 del mes de Jano, que esa fecha seguiría manteniéndose, transcurridos 22 siglos, para despedir al año viejo que se va y dar la bienvenida a uno nuevo que viene. Supongo que es humana la necesidad de ritualizar periódicamente una especie de borrón y cuenta nueva, ya sea tomando uvas al compás del reloj de la Puerta del Sol, comiendo fideos y tocando campanas en Tokio o siguiendo, expectantes, el ascenso de los 5000 kilos de la bola de Times Square. Aunque, en el terreno de las leyes físicas, es difícil imaginar que exista una barrera que separe el tiempo transcurrido del que ha de venir, y a pesar de que la lógica nos dice que lo que ocurra en el 2018 se ha ido gestando en los tiempos anteriores, parece que la mente humana necesita de estas pausas. Así que bienvenidas sean y ya veremos lo que nos deparará el recién estrenado año. Por lo pronto, y en primer lugar, mis deseos de buena salud para todos. Y, después, mi lista para los Reyes Magos que, este año, igual tienen tiempo de asistir a la primera sesión del Falla antes de volver a Oriente. Pero, antes de que lo hagan, deseo que dejen muchas sonrisas en las caras de los niños y que esa felicidad de los pequeños se refleje en los rostros de los mayores. También me gustaría pedir a SSMM que nos regalen un poco de sentido común a todos, aunque no estoy segura que seamos capaces de aceptar ese regalo. Con lo bien que nos vendría para intentar resolver todo aquello que el Señor ha dejado en nuestras manos. Ojalá nos empeñemos en que el 2018 sea un año más pacífico que el que se ha ido; veremos si somos capaces de conseguirlo. Ya comprobaremos también como va desenredándose, o enredándose, la cuestión catalana, y como la situación afecta al resto del país, aunque mucho me temo que seguiremos con esa locura cuando nos den las campanadas para recibir al 2019. Para Cádiz, quisiera pedir trabajo, mucho trabajo; y que no sigamos perdiendo población joven porque, a este paso, nadie va a distinguirnos del tío-abuelo fenicio del Cómico. Y de propina, si ello fuese posible, que el Cádiz suba a Primera y que, dentro de un año, nos vuelva a caer el Gordo. Ha dicho el Alcalde que este año va a ser el de los grandes proyectos, como la recuperación del Balneario, la transformación de los barrios de extramuros con el EDUSI o el traslado de Educación a Valcárcel. Aunque, quizá porque soy menos optimista, estos últimos deseos me los reservo para las uvas del año que viene. Y, mientras tanto, feliz 2018 con muchos momentos dulces para todos.

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