La escalera

Hay que recuperar la escalera de las tertulias, la de los guisos compartidos, la de los primeros besos de juventud, la de las alegrías que te llevan hasta la azotea

“Un tramo de escalera con dos rellanos, en una casa modesta de vecindad. Los escalones de bajada hacia los pisos inferiores se encuentran en el primer término izquierdo. La barandilla que los bordea es pobre, con el pasamano de hierro, y tuerce parar correr ... a lo largo de la escena limitando el primer rellano”. El primer personaje en aparecer a escena es el cobrador de la luz.

Así comienza el Acto Primero de “Historia de una escalera”, de Antonio Buero Vallejo. En plena post guerra civil, año 1949, se estrena en el Teatro Español de Madrid. En ella se analiza esa sociedad española gris y triste, donde lo único en color eran los sueños, donde sólo se compartían las miserias. Aunque los anhelos siempre subían escalones, la realidad era bien distinta y hacía bajar a sus personajes hasta el último rellano, cerca del sótano, al lado de la carbonera.

Ahora la escalera es otra. Si algo no sabíamos que era visitable en la Ciudad de Los Rascacielos ahora tenemos la oportunidad. 40º 50´08.9´´ Norte y 73ª55´25.2 Oeste. Estas son las coordenadas que en Google Maps te llevan directamente a las escaleras que Arthur Fleck sube apesadumbrado cuando todavía es un perdedor, un enfermo mental que se transforma en Joker y que luego baja bailando, dirigiéndose a su sueño más deseado. La escalera llega al cine con un futuro oscarizado de la mano de Joaquín Phoenix. No existe espacio más intemporal que una escalera. Ella nos sube y ella nos baja. Nos lleva y nos trae. Nos sirve de escondite. Ascendiendo elucubramos sobre los diálogos que están a punto de producirse. Descendiendo nos da tiempo para arrepentirnos de lo que pudo ser y no fue.

El pasado mes de octubre, con motivo de las decimonovenas Jornadas de Desigualdad Social y Salud, se presentó en Cádiz el proyecto “ La Escalera ”. Tiene como objetivo crear redes de apoyo mutuo entre vecinos, fomentar la solidaridad y crear comunidades más unidas. Su fin último es huir de individualismo que nos hace creer que nuestro hogar empieza en nuestro portón. Que los espacios comunes de nuestros edificios sólo son lugares en los que siempre hay que prohibir algo, y que sólo están disponibles para saludos protocolarios y conversaciones climatológicas insulsas.

Rosa Jiménez es la promotora de este singular proyecto de investigación e intervención social que ha traspasado fronteras. Con él pretende exportar el modelo de convivencia de vecindad de los barrios y pueblos de toda la vida a las ciudades hostiles, ciegas y sordas con las necesidades de los que comparten algo ás que un simple espacio vital. ¿Sabemos si alguien de nuestro rellano precisa e ayuda para subir la compra?. ¿Estamos dispuestos a cuidar del gato de la vecina del tercero que se encuentra hospitalizada?. ¿Seríamos capaces de regar esos macizos de geranios, que tanto lucen en la fachada, de la terraza del vecino del cuarto que se ha ido de vacaciones?.

Un simple cartel y unas pegatinas colocadas al lado de ese panel de corcho, que sólo sirve para los avisos del administrador, serán suficiente.

Hay que recuperar la escalera de las tertulias, la de los guisos compartidos, la de los primeros besos de juventud, la de las alegrías que te llevan hasta la azotea, la de las penas solidarias que se contagian.

Si no tienes miedo ni pudor a salir a tu escalera, ¡Anímate!

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