Ernesto Pérez Vera - OPINIÓN
Policías, siempre sí
El confinamiento stá generando que sujetos de determinados perfiles sociales, educativos y mentales se conviertan en malas bestias dispuestas a realizar actos incívicos y antijurídicos
![Policias y sanitarios, profesionales imprescindibles en la crisis del coronavirus.](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2020/05/11/v/policias-kqMB--1248x698@abc.jpg)
Durante los últimos meses, básicamente desde que a mediados de marzo el Gobierno de la nación decretase el estado de alarma por la crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19, las redes sociales y los programas de televisión, telediarios incluidos, están plagándose de videograbaciones ... caseras que presentan intervenciones policiales efectuadas por cuerpos de seguridad de todo el país, con independencia de que los funcionarios filmados pertenezcan a institutos estatales, autonómicas o locales.
Todas estas grabaciones audiovisuales muestran cómo los agentes intervinientes resuelven o tratan de resolver, con mayor o menor pericia y eficacia, complicadas y violentas acciones antijurídicas. Tanto quienes filman los sucesos de marras como quienes meramente aparecen en las imágenes por casualidad, por puro chismorreo o solamente por curiosear, en la misma proporción lo mismo aplauden que insultan a los policías que protagonizan lo captado.
Tantísimos vídeos de esta naturaleza son ya los que circulan por ahí, que la opinión pública y la propia ciudadanía piensan y manifiestan que el Gran Confinamiento constitucionalmente impuesto ―todo indica que para bien; y quiera Dios que así sea―, está generando que sujetos de determinados perfiles sociales, educativos y mentales se conviertan en malas bestias dispuestas a realizar actos incívicos y antijurídicos de todos los colores.
En la sesera de las personas ajenas a la comunidad policial, la publicación de estos vídeos crea la falsa sensación de que ahora más que nunca los miembros de las fuerzas de seguridad han de lidiar con chusma machete en mano, con drogados fuera de sí, con ciudadanos desobedientes, con agresivos pacientes psiquiátricos, con borrachos irrespetuosos, etcétera. Pero en absoluto esto es así. No es la crisis sanitaria la que da pie a que haya mucha gente dispuesta a no respetar el ordenamiento jurídico. Tampoco es el encierro domiciliario el que empuja a algunos convecinos a no respetar las normas de buena convivencia. Todo esto, y mucho más, forma parte del día a día de nuestros guardianes del orden, siempre, siempre, siempre.
En este sentido, nada en absoluto es nuevo. La novedad está, y ahí radica el problema de la no comprensión de cuanto está sucediendo, en que, por mor del coronavirus que a todos nos obliga a estar mucho tiempo recluidos en nuestras casas, a poco que desde la vía pública provenga el sonido de una fuerte frenada de coche, el atronador ruido de las sirenas, el griterío de individuos subversivos, o la imperativa y alarmante orden ¡alto policía!, decenas de camarógrafos ocasionales se apresuran a inmortalizar domésticamente, desde ventanas, balcones y azoteas, lo que sea que esté aconteciendo ahí afuera. Esto es, en estado puro, el siglo XXI y sus medios tecnológicos.
Las filmaciones que a mucha gente les hace elucubrar que los polis están luchando cuerpo a cuerpo ahora más que nunca, no son sino patentes pruebas de lo que supone el día a día de cualquier entregado policía patrullero-callejero. Eso sí, lo habitualmente más natural es que todas estas actuaciones policiales se desarrollen cuando la inmensa mayor parte de la población está durmiendo para por la mañana levantarse e irse a trabajar, cuando la población ya está afanada en sus tareas laborales diarias o cuando el ajetreo de las ideas y venidas por las urbes nos impide reparar en qué están haciendo los agentes de la autoridad que poco o nada nos interesan, a casi todos, hasta que nos hacen falta. Y es ahí, en esos momentos, cuando nos sacan las castañas del fuego, cuando entonces reciben nuestros vítores y aplausos; o cuando son víctimas de nuestros improperios y peores de deseos para ellos y sus familias.
Si a las ocho de la tarde les llamáis héroes por lo que en la actualidad las redes sociales y los canales televisivos os meten por los ojos en plena era del Covid-19, sabed bien que cuando el virus no formaba parte de nuestras vidas estos funcionarios ya hacían exactamente el mismo imprescindible , desagradable y a la par bendito trabajo. Insisto, nada de esto es nuevo. Lectores, respeten siempre a los hombres y a las mujeres de placa, porra y pistola, nos hallemos inmersos en un estado de emergencia o estemos en el plácido estado de máxima comodidad y relajación debajo de una sombrilla en la playa, que todo llegará.