OPINIÓN
La epidemia invisible
Diputación pone en marcha una campaña contra la tragedia inacabable de la violencia machista
Resulta difícil imaginar una imagen de los últimos momentos de pánico y dolor. Es imposible más indefensión, fragilidad y vulnerabilidad que la de una mujer que muere a manos de la persona a la que una vez amó. Sucede con tanta frecuencia que el espanto anestesia la reflexión, nos deja sin palabras y sin ideas, al borde de la aceptación por resignación. En los últimos días han sido tres casos, tres, con una tragedia irrecuperable cada uno. Pero al margen de los hechos concretos, de los dolorosos detalles que encierra cada uno, es un drama colectivo y constante, permanente y general, que afecta a todos y no hace distinciones entre regiones, zonas, clases o edades.
La campaña presentada ayer por la Diputación Provincial tiene demasiadas justificaciones. Por desgracia, viene avalada por demasiadas razones. Los datos que llegan desde el Ministerio del Interior hablan de que cada año es peor que el anterior. Y así van muchos. Así uno tras otro sin que sepamos bien qué hacer ni cómo actuar ante la certeza de que se trata de una tara social, educacional, cultural. Caben pocas dudas e interpretaciones con la violencia de género, con el machismo violento que arrasa la vida de un gran número de mujeres.
Los números hablan de esa lacra nacional, universal, de la violencia de género, del sexismo asesino y humillante que sigue cobrándose víctimas de una forma aterradora. Uno de los últimos recuentos anuales decía que, en la provincia, 2.474 mujeres denunciaron y tuvieron que ser protegidas. A ese número, alarmante, hay que sumar el de los casos que no se denuncian por miedo. Son difíciles de fijar y mejor evitar la especulación de cuantificar el miedo por aproximación. Las mujeres, oficialmente, consideradas víctimas de violencia machista en ese periodo en Cádiz tienen un retrato-robot.
El grupo de afectadas más numeroso (más de un millar) tiene entre 35 y 41 años. Es la edad crítica. Pero lo más preocupante es que el modelo se perpetúa, la barbarie parece que sobrevivirá al tiempo, ya que sobre las generaciones más jóvenes existe una dolorosa proliferación. Es un fracaso de toda la sociedad (padres, docentes, administraciones, medios, empresas...) que haya, en ese recuento reciente y orientativo, 42 niñas protegidas. Casi medio centenar de futuras mujeres, aún entre los 14 y 17 años, amenazadas, agredidas, custodiadas.
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