Un año entero quedó atrás
Acaba el año que da fin a la década más rara de cuantas se recuerdan
Y nos volvemos a encontrar, decía la canción de Pancho y Javi -¿quién se acuerda de Pancho y Javi, por el amor de Dios, si este año se han cumplido cuarenta de la primera vez que murió Chanquete?- que no me quito de la cabeza ... cada vez que escribo el último artículo del año. Y es que ya he convertido en tradición lo de meterme en la hemeroteca para darme un baño de realidad, y sobre todo, para recordar que no siempre es verdad aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Vivimos rápido y al filo siempre del vértigo y son pocas, poquísimas, las ocasiones en las que detenemos el contador y echamos la vista atrás. Se va 2019 , el año del que los titulares de prensa hablaban como el año “inestable” tanto en lo económico como en lo político. Ingenuos titulares, que ni sospechaban lo que iba a dar de sí el almanaque.
Porque ¿recuerda usted todo lo que ha pasado en este año al que ya despedimos casi con alivio? Sí, dirá. El año de las elecciones –muchas y muy elecciones-, el año sin gobierno, el año del Brexit, el año de la sentencia del Procés, el año de Greta… y no solo. Leemos los periódicos atrasados –me encanta leer la prensa fuera de fecha- y nos parece que han pasado décadas, y nos parece que nada de lo que cuentan ocurrió en estos doce meses. Pero ahí están las noticias. Y ahí estuvimos nosotros aunque todo nos parezca extraño.
2019 fue el Año del Cerdo, según el horóscopo chino –ese que solo miramos para ver qué tipo de animal regirá nuestros destinos- y el Año Internacional de la Moderación, según la ONU. En fin. También fue el Año Internacional de la Tabla Periódica y eso sí que lo hemos celebrado, sacando a la pista de baile a todos los elementos posibles, en sentido literal -¡que viva el cadmio!- y, sobre todo, en sentido figurado.
Pasaron cosas, y muchas, en este año que terminamos. Pero la memoria de tan histórica que la hemos hecho, se ha olvidado de lo que pasó antesdeayer. ¿Se acordaba usted de Julen y de Totalán? De cómo este país fue capaz de caer por un pozo de más de cien metros de profundidad y 25 centímetros de diámetro y de hacer una colosal obra de ingeniería en doce días. ¿Se acuerda de que todos fuimos Julen? Igual que fuimos todos Notre Dame cuando la aguja de la catedral parisina se mareó tanto que dividió la historia entre quienes lloraban por la civilización construida por el hombre y los que clamaban por la naturaleza destruida por el mismo hombre en el Amazonas –la Amazonía desde este año. El año en el que celebrábamos el medio siglo del primer alunizaje mientras se producía la conquista de la cara oculta de la Luna con una sonda china. No se acuerda, confíeselo. Yo también reducía el año a las cuatro ocasiones en las que tuvimos que ir a votar. Sin norte, sin sur, sin y sin oeste, los españoles votamos en abril lo mismo que en noviembre –salvo deshonrosas excepciones- y entre estos cuatro puntos cardinales transcurrió nuestro año. Pero no fue lo único que ocurrió.
También hizo calor, mucho calor. Un año caliente, decían los titulares, en el colmo de la ocurrencia. El año más caluroso en el hemisferio norte de cuantos se tienen registrados. Hablar del tiempo siempre me pareció un insulto a la inteligencia y una manera elegante de salir del paso. Pero es que estamos en estas, en salir del paso constantemente y, por eso, hablamos tanto del tiempo. Tanto que una niña, la pequeña Greta Thunberg dejó aparcado su mutismo selectivo para reñirnos y para reprocharnos, con lágrimas de las gordas “me habéis robado la infancia”. Medio mundo le hizo caso; al otro, al que no solo le habíamos robado la infancia, sino la vida entera, lo vimos tirarse al Mediterráneo en busca de alguna oportunidad. No todos los niños son iguales, ni Leonor de Borbón, que sorprendió con su impecable catalán y con su impecable inglés en sus impecables discursos, ni Greta Tunberg, ni por supuesto los MENAS, a los que las nuevas sensibilidades patrias quisieron echarles las culpas de todo.
Sensibilidades que diseñaron hasta el más mínimo detalle la exhumación del dictador del Valle de los Caídos y que vaticinaron un apocalipsis donde solo hubo un movimiento de tierras. Nadie quería cargar con el muerto, pero todos cargaron con la sentencia del Procés y con la de la Manada, en un año en el que mujeres del mundo entero cantaban “Y la culpa no era mía”.
Es bueno que se oigan las voces de quienes han estado calladas tanto tiempo, aunque su mantra, el de la culpa que no era mía, es el que vienen utilizando nuestros políticos desde el mes de abril. Acaba el año peor que lo empezamos.
Acaba echando en falta a muchos que nos dejaron para siempre. Camilo Sesto, Pepe Oneto, Blanca Fernández Ochoa, Arturo Fernández, José Pedro Pérez Llorca, Pilar Paz Pasamar, Juan Carlos Aragón, Manolo Santander…
Acaba el año que da fin a la década más rara de cuantas se recuerdan. Una década de crisis y de inestabilidad política que puede pasarnos la factura en cualquier momento.
Menos mal que la ONU ya ha declarado a 2020 Año Internacional de la Sanidad Vegetal. Al menos las plantas van a estar protegidas, porque lo que son los humanos no lo tengo yo tan claro.
Así que ¡Feliz 2020! Por si acaso.