La gesta de Hernán Cortés
Naturalmente que hubo masacres, como en toda guerra, pero siempre motivadas por una traición o encerrona, pero de genocidio absolutamente nada
Detalle de la Marcha de Hernán Cortés, por Augusto Ferrer-Dalmau
Tal día como hoy hace quinientos años Hernán Cortés se encontraba en pleno asedio a la capital azteca de Tenochtitlán. Era una gran ciudad asentada en el lago de Texcoco, que recordaba a Venecia, y que parecía construida para soportar cualquier asedio, ya que estaba ... cruzada por canales que, ante un posible ataque, podrían retirarse los puentes para obstaculizar el acceso a su plaza mayor. Solamente tres calzadas la comunicaban con tierra firme, lo que ayudaba a su defensa. Y para completar el escenario, cientos de piraguas hostigarían a posibles atacantes además de suministrar los alimentos que necesitase la población.
Hacía más de dos años que Cortés había iniciado su expedición en Cuba y algo menos desde que había fundado la Villa Rica de Veracruz y comenzada su incursión en territorio azteca. La pretensión de acceder a la capital mexica para entrevistarse con Moctezuma, con solo quinientos hombres de escasa formación militar y quince caballos, parecía una quimera, pero Cortés supo aprovecharse del sometimiento de diversos pueblos al imperio de Moctezuma, que ansiaban liberarse del yugo opresor, y que vieron en Cortés, al que inicialmente consideraban como un dios, como su posible salvador. Fue así como el extremeño, con una astucia, audacia y diplomacia increíbles, pudo organizar una coalición que le permitió acceder al emperador mexica y, más tarde, al asedio que rendiría la capital en escasas fechas.
El recorrido por tierras mexicanas fue una permanente carrera de obstáculos, donde los enfrentamientos con los tlaxcaltecas, que era un pueblo con una magnífica formación guerrera, estuvo a punto de dar por terminado su periplo, para convertirse finalmente en su principal aliado. Totonacas, texcocanos, y cholultecas, entre otros, lucharon al lado de los tlaxcaltecas y los castellanos, bajo la capitanía de Cortés. Según el hispanista William Prescott: “La monarquía azteca cayó bajo las manos de sus propios súbditos, con la sagacidad y la ciencia europeas”.
La huida de Tenochtitlán en la Noche Triste en la que la coalición castellano-indígena perdió dos tercios de su fuerza, permitió a Cortés descubrir que sin un apoyo naval era imposible conquistar la capital. Para hacerse con este recurso, ordenó la construcción de trece bergantines (embarcaciones de unos veinte metros a remo y a vela) en territorio de Tlaxcala. Una vez finalizados, los desarmaron y enviaron por piezas hasta el borde del lago en Texcoco, su base en las operaciones de asedio; se trataba, nada menos, que de un trayecto de cien kilómetros a través de varios pasos de montaña transportados a hombros de ocho mil tamames (indígenas cargadores). La llegada a Texcoco fue triunfal, Cortés y los capitanes indígenas presenciaron la entrada de una caravana de diez kilómetros con gritos de ¡¡Castilla y Tlaxcala, larga vida al Emperador!! Los bergantines con las piraguas de los texcocanos fueron definitivos para eliminar el componente naval mexica y para evitar el suministro de alimentos a la plaza. El trece de agosto, después de rechazar varias peticiones de rendición, el sucesor de Moctezuma, Cuauhtémoc, fue capturado cuando escapaba con varias piraguas, finalizando la lucha.
El quinientos aniversario de la gesta de Cortés, sin duda el más controvertido e ilustrado de los conquistadores españoles, y que para varios historiadores está a la altura de Julio César o Alejandro Magno, está pasando desapercibida al considerar las autoridades culturales que no es políticamente correcto la conmemoración de la gesta, ya que puede dar lugar a críticas por parte de algunos mexicanos y progres locales escasamente ilustrados. Con esta actitud se está dando pie a la Leyenda Negra, que crearon nuestros antiguos enemigos, para desprestigiarnos y que no tiene base científica alguna. Naturalmente que hubo masacres, como en toda guerra, pero siempre motivadas por una traición o encerrona, pero de genocidio absolutamente nada.
Uno de sus biógrafos, el mejicano Miralles titula su libro como Hernán Cortés, inventor de México. El extremeño mantuvo a la realeza azteca, la lengua náhuatl, el autogobierno parcial de las poblaciones indígenas, y acabó con los sacrificios humanos y el canibalismo, dando paso al cristianismo. En una encuesta reciente, el 76% de los mexicanos aceptaban el mestizaje como un gran logro. Según otro biógrafo, Salvador de Madariaga, Cortés fue el español más grande y capaz de su siglo. Por su parte, el mexicano y premio Nobel Octavio Paz, decía que es difícil amar a Cortés, pero, al mismo tiempo, es imposible no admirarlo.
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