TRIBUNA
El año de la vacuna
La primera y más principal cuestión criticable a este gobierno es, sin duda, nuestra indefensión provocada por esa opacidad manifiesta en la que se maneja
Me invita nuestro diario a participar con ustedes en este espacio a fuer de tribuna abierta en la que sopesar qué haya sido ese 2020 que acaba de licenciarse, una prenda de año, vamos, pero a mí, lo que me pide el cuerpo es hablar ... de 2021 porque, comentar lo que ha pasado durante este 2020 que por fin se ha cerrado, es algo que ya hablamos muchos desde febrero y porque no tengo certeza de que el gobierno haya aclarado aún nuestras dudas e incertidumbres.
Tiempo habrá más adelante para analizarlo cuando se tenga del mismo mayor conocimiento y menor escondite, cuando se puedan tener a mano datos más objetivos superados los duelos provocados por tantas pérdidas personales, materiales, así como de nuestra forma de vida.
2021 también nos puede traer lo suyo, no sólo en lo sanitario sino en lo político porque para mí, en ambas situaciones, la primera y más principal cuestión criticable a este gobierno es, sin duda, nuestra indefensión provocada por esa opacidad manifiesta en la que se maneja y que aún persiste. En cuanto a lo sanitario ahí sigue sin decirnos quiénes sean esos expertos más allá de Simón ni quiénes seguirán aconsejando y dirigiendo esa tarea durante el nuevo año, nada sabemos de su solvencia profesional ni de sus conocimientos o reconocimientos en la materia. Eso sí, bien que hemos sufrido con sus tardías improvisaciones, con desmentidos y corregidos, con materiales comprados que no valieron o por fechas que se anunciaron y que no fueron, y tampoco se venció al virus en junio.
A diferencia de lo sanitario, ninguna improvisación en lo político, sino todo lo contrario, coincidiendo con esta situación tan extrema, se puso en marcha un frio guion ideológico para transformar España en otra cosa mermando el control que el gobierno debe al parlamento u organizando aquellas estrambóticas ruedas de prensa en las que no existían rueda alguna libre de periodistas para informarnos, así como con aquellos larguísimos monólogos presidenciales en la tele, versión española del venezolano «aló presidente» que, por fortuna y por la larga sabiduría de los españoles, iba perdiendo audiencia semana tras semana.
Todo se ha hecho siguiendo ese concreto y diseñado currículo, legislando prácticamente de tapadillo, porque lo que sí ha hecho el poder ejecutivo en un «totum revolutum» es ganar la batalla al legislativo mermando la presencia de nuestros representantes en Las Cortes y restando a las mismas su derecho y deber constitucional de control al tiempo que confinaba a la población, cerraba comercios, desprotegía la economía o dejaba crecer el desempleo, en fin, aprovechar la ocasión para urdir una transformación legislativa de notoria tacha ideológica confrontadora.
Así que, mientras se extendía por doquier una incierta y variable gestión de la pandemia, el gobierno con sus socios iba a lo suyo avanzando paso a paso, decreto tras decreto, rodillo tras rodillo, usando de sus oscuras alianzas parlamentarias y de gobierno para legislar sin consenso alguno esta suerte de transformación social que ha mostrado lo más insano del sano arte de la política en democracia, el diálogo y el concepto, el gobernar para todos.
Por delante nos queda en España otro año dicen que también preocupante en la salud, pero también y mucho en la política. Se ha cerrado 2020 con demasiadas transformaciones legislativas tan necesitadas de consenso como las de educación, la de la eutanasia o el haber relegado el conocimiento del castellano en el rincón de las autonomías, se han creado nuevos impuestos y se anuncia resucitar algunos que las Comunidades habían reducido, estamos frente a esa extraña inmigración en Canarias suspendiéndose la cumbre hispano-marroquí y con esas manifestaciones sobre Melilla y Ceuta, ante un Gibraltar sin definir o con esas explicaciones gubernamentales sobre el indulto que tanto recuerdan los últimos días en política de Trump, todo aceptado sin aparente respuesta por esa oscura alianza que se llama a sí misma de investidura, mezcla de la derecha más egoísta y reduccionista como es la nacionalista y de todas las demás izquierdas que ahora se van a ver enfrentadas a un nuevo dilema, que el presidente tiene ya en su mano los presupuestos, cosa que le podrá tentar en seguir o no con ellos para intentar culminar su cambio en la sociedad y meter mano en el tercer poder que aún no controla o intentar tentar como cuestión de estado en otros temas al centro o a la derecha.
El telón se abrirá pronto en Cataluña y allí podremos ver a ese periclitado ministro de faz tan tristona que, «cumplida la misión», ahora se ha ido a pedir votos para los socialistas, pobre criatura política que quizás pensó que se iba a encontrar con una bicoca como ministro y situarse así con comodidad para este otro salto de número uno a la política autonómica. Y con él, podremos ver también a los que hoy son socios en Las Cortes, pelearse por la mejor y mayor porción que puedan obtener de esa mona catalana y hasta capaces de repetir lo mismo que en Madrid, si les fuere conveniente, pactando con las derechas y las izquierdas separatistas, que la cosa empieza calentita.
Pero todo tiene una segunda lectura y ahí ha estado firme y laboriosa la sociedad civil, investigación e industria, que sí ha respondido a la población ante esta necesidad uniendo en un mismo afán ciencia y producción, más allá de tanto político con tanta sed insaciable de pantalla. Empresas y laboratorios ubicados mayormente en países de los que se conocen como de libre mercado y con libertad de empresa o en los que están acercándose al mismo abandonando antiguas prácticas de intervencionismo estatal, reponiendo la importancia del esfuerzo privado a fin de conseguir lo mejor para el bien público. A ese esfuerzo, a esos investigadores y laboratorios son, de verdad, a los que la humanidad ha de estar agradecida y recordar su empeño y sus nombres que a veces se nos traen como escondidos por esa impactante visión de la gran pegatina gubernamental en los contenedores donde nos llega la vacuna.
Una vez más, conviviente en tantos escenarios políticos desde la socialdemocracia hasta la derecha, ha sido la sociedad civil la que ha mostrado una iniciativa seria y oportuna incapaz de darse por todo ese entramado de agencias, empresas y observatorios públicos que, con su burocracia partidista y sin capitanes de empresa vocacionales, no ha podido ponerse a la altura de quienes han creado la vacuna y han diseñando la logística de su reparto. Ojalá que, la vacuna, con pegatinas de este gobierno y quién sabe de cuáles más algún día, siga llegando bien a España durante este año, el año de la vacuna.