Enrique García-Agulló
Por tratos que no por votos
En este esperpento político que estamos viviendo esta semana se vislumbran dos perdedores
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Confieso que tenía ya preparadas unas líneas para hablar con ustedes esta semana de los abuelos y de la pandemia, de lo que con ellos ha estado pasando y que aún pasa, pero Dª Inés me ha cambiado el argumento y tengo que referirme, cómo ... no, a esa jugarreta con la que Ciudadanos, apoyados en el PSOE, empezaron en Murcia y, de inmediato, siguió el PSOE en Madrid donde se unió al experimento Más Madrid, (que son los votos de Carmena que administra Errejón), o en Castilla y León, como una suerte de cascada de mociones de censura en caída libre que, por fortuna, parece que por ahora se han parado. ‘Pacta sunt servanda’, rezaba el viejo aforismo, los pactos son para cumplirlos y, particularmente en política que te debes a los votantes. Si no se tienen ganas de cumplirlos, te separas de los mismos y lo dejas correr al albur de las posibilidades del exsocio porque si fue bueno por útil lo acordado, se torna en malo y torticero cuando lo usas para atacar desde dentro y transformar lo pactado.
Quiero pensar que a Dª Inés se la han colado porque me sienta mal pensar que ella piense tan malamente, porque no puede decir hace unos días en televisión que en tiempos de pandemia proponer una moción es una irresponsabilidad y, el día antes al de anteayer, presentarla por la mañana casi como decía aquel ministro, al alba y con fuerte viento de levante. Quiero pensar que estos advenedizos a la contienda política, en una palestra donde los partidos salen a luchar con cuchillos en los dientes, le han puesto por delante la moción sin que pudiera tomar ya más decisión y que se ha equivocado de manera palpable, máxime teniendo como antecedente la situación por la que pasó su mentor político Rivera que, a posteriori, admitió que el PSOE le había engañado y sufrió tamaña sangría de escaños en el Congreso.
Sánchez es un lince en coger el poder sin votos por los trueques y cambalaches con los de la periferia independentista o con los que van por cualquier cosa para llegar al poder y perpetuarse. Ahí queda su logro, que no sé si para todos los socialistas y socialdemócratas españoles les compensará, que ha llegado a la presidencia del gobierno, sí, pero no por votos, sino por tratos, aunque en esta ocasión puede que suspenda nota.
Arrimadas también se ha equivocado de proa a popa y de babor a estribor. ¿Qué pensaba sobre la presentación por su líder en Murcia de la moción, que cambiar a su favor el gobierno de la Comunidad y dar al PSOE la Alcaldía no iba a tener consecuencias tan inmediatas como las que han pasado en Madrid, Sevilla o Valladolid? Perdió su frescor político cuando dejó a los catalanes que la habían votado para defender allí el constitucionalismo y lo remató cuando, alejada ya de Cataluña, cambió a la candidata de su propio partido en su antigua demarcación por otro más cercano al aparato.
Me da pena porque pudo haber sido una esperanza como en su día fuera Rivera, pero mucho me temo, que si empezó su ruina política cuando mudó de Barcelona a Madrid, ahora se ha echado más tierra encima con esta maniobra de unirse a quienes cogen puesto en política no por los votos, sino por los tratos.
En este esperpento político que estamos viviendo esta semana se vislumbran dos perdedores, una de difícil remontada, el otro con más escamas en la piel aguantará mejor. Pese a todos los esfuerzos por llevarse con los independentistas, a Sánchez le ha ido bien mientras a ellos les venía bien pero cuando han podido entrar en colisión, el sacrificado Illa se ha quedado sin sitio ni mando. A Arrimadas, por qué insistir, le ha fallado su experimento en Murcia y le han sacado dientes allí mismo, en la vecina Andalucía, en la vieja Castilla y en ese Madrid numantino. Son las cosas del impulso sin medir primero el pulso.