Enrique García-Agulló

Tambores lejanos

España tiene sus compromisos con Europa, con la OTAN y con varias bases militares

Enrique García-Agulló

Cada cierto tiempo, y en cadenas de televisión como la 13, echan películas casi como si nos llegaran impregnadas de ese olor a alcanfor de las casas de nuestros padres cuando tocaba el cambio de temporada y se nos arreglaba alguna prenda de nuestros hermanos ... mayores, o hasta de los abuelos, para adaptarlas a nuestras crecientes tallas de adolescentes y continuar en uso. Echaban películas, lo que hoy se dice poner o, para los más finos, pasar películas de los 50, cuando en el paraíso cinematográfico reinaban estrellas como la de Gary Cooper, que es quien me ha traído el recuerdo del título de hoy.

La historia tenía su aquél. Se desarrollaba en los bosques y pantanos de La Florida con indios seminolas, que tampoco han salido mucho en pantalla y que estuvieron ligados a nuestra España aunque no se nos haya explicado bien cuando, de adolescentes, estudiábamos Historia teniendo en cuenta que, en aquellas latitudes, se fundó la primera ciudad en lo que hoy es territorio norteamericano, San Agustín, donde desde 1813 se tiene erigido un monolito conmemorativo de nuestra primera Constitución que, posiblemente, sea singular homenaje a la Constitución de otro pueblo asentado en aquella nación tan orgullosa de la suya.

Ucrania se ha convertido de pronto en la frontera del mundo libre. Ucrania y, como la cosa no se pare, podría pasar también con las demás repúblicas ribereñas del Báltico oriental como no hace mucho pasara con Crimea cuando, con sus armas, Rusia se la quedó en ese despertado afán ‘putino y zarino’ por extender su poder si otra vez pudiera, quién sabe, hasta el mismo corazón de Europa y aún más, hasta las costas caribeñas.

Ucrania es Europa y le ha costado serlo sangre y dolor. Mucha muerte, como para dejarse cazar de nuevo. Y España es Europa y, en el seno de esa Unión Europea, se ubica la OTAN, alianza militar con los norteamericanos en la que entramos durante la transición después de aquel prodigioso cambio socialista de mensaje para un referéndum con el eslogan, «de entrada, no», y que nos llevó, en su natural compromiso, a que el gobierno que lideraba Felipe González apoyara a europeos y norteamericanos en la primera Guerra de Irak, «la madre de todas las batallas», donde el ministro Narciso Serra llevó a Marta Sánchez a bordo de la fragata Numancia, destacada aquella Navidad de 1990 en el Golfo Pérsico, para cantar a los militares españoles.

Hoy suenan lejanos los tambores de guerra, pero suenan, y España tiene sus compromisos con Europa, con la OTAN y con varias bases militares de uso conjunto con los norteamericanos en nuestro territorio. Sánchez, exceptuando lo de la carrerilla, no se ha entrevistado todavía con Biden pero su gobierno ha cumplido y ha mandado tropas y unidades de guerra a la zona en conflicto. ¿Su gobierno? No todo, porque los comunistas que con él conviven en el mismo, como en aquel esperpéntico eslogan, ya se han decantado por el NO en favor del ruso. ¿Cómo se lo va a explicar ahora a Biden y al resto de líderes occidentales?

Escribo estas líneas este viernes cuando creo que se entrevistarán en Suiza los cancilleres de las dos potencias desafiantes. Como todos los españoles hemos oído las declaraciones de nuestra ministra de Defensa o las de la presidenta de la Comisión Europea, amén de las de Putin y Biden. Y si de verdad nos sentimos europeos, las de los propios ucranianos. Ojalá que las conversaciones puedan llevarnos a mejores perspectivas, las tensiones se reduzcan, los orgullos se apacigüen, los rusos se vuelvan a sus cuarteles y los tambores de guerra se vayan alejando hasta callar, porque Europa tiene ya en su haber el ciclo de guerras bien colmado y ni nuestros jóvenes ni nuestras actuales sociedades se merecen tamaño conflicto. Ni los españoles, qué horror, el escalofrío de que parte de nuestro gobierno sea de los de aquí y la otra de los de allí.

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