Enrique García-Agulló
Reyes
Estos Magos, que vienen de donde sopla el euro, ya no pueden ni comer carne española ni poner carbón a quienes no hayan sido buenos
Pasaron los Reyes y se fueron como muchos migrantes gaditanos se están yendo de Cádiz mientras que a nuestro alrededor crecen otras localidades. Se han ido tal como si sobre sus reales coronas se esperara ahora, y en lo que a nuestra capital se refiere, ... la amenaza de un ERTE por falta de trabajo al caer de manera estrepitosa nuestra población y tener encima por competidores a Santa Claus, Papa Noel o todas esas plataformas que traen tantísimas cosas, muchísimas por cierto del Oriente asiático más lejano.
Es cantinela de la izquierda culpar a la derecha del éxodo gaditano, pero es que, hete aquí, esta insensible izquierda, que es la izquierda más sonada de todas las izquierdas posibles en la Constitución, no hace nada por parar esta situación pues ni construye viviendas ni atrae fuentes de empleos donde ocupar a los gaditanos que se ven forzados a emigrar buscando casa y trabajo en La Isla, Chiclana o en Puerto Real, si no más lejos.
Lo de los Reyes es muy español. Aquí tenemos cuatro, los dos actuales y los dos eméritos, pero los de Oriente son tres, el venerable Melchor, el joven Gaspar y el sonriente Baltasar, aunque a ellos, últimamente, se les hayan ido acoplando otros personajes, sean la Estrella de Oriente o el Cartero Real que, por eso de la igualdad de género, se ha estrenado este año en versión femenina. Aún más, desde hace tiempo también proliferan otras tríadas coronadas con sus peculiares ‘Melchoras, Gasparas y Baltasaras’, quizás porque, como la gente aquí gusta tanto de copiar lo norteamericano, ellos ya tenían allí a la señora Claus, sus elfos, elfinas, renos y renas.
Empezamos un año de incertidumbres en lo económico, en lo social y en lo sanitario metiendo en este cajón no sólo la conducta propia de algunos personajes que, con la que está cayendo, ahí les tienen con actitudes insolidarias expandiendo aún más la pandemia, sino también por la política que sigue siendo fortín de una extraña alianza, de agradecidos figurantes de compañía, mientras se desprecian las posibles aportaciones de una atribulada oposición más ocupada en sus constantes enfrentamientos presupuestarios y en sus disputas por ver quien representa mejor sus esencias que en ofrecerse como alternativa de gobierno.
Un panorama complicado, sí, pero que, siendo como podemos ser y sentir los españoles, ya nos gustaría a muchos que nuestra propia epifanía se convirtiera en claridad que alumbrara nuevos espacios de entendimiento superando todas estas oscuras sombras que desde hace algún tiempo se extienden sobre nosotros. Que se nos abriera un 2022 con luces suficientes para volver a hacernos sentir un pueblo satisfecho con sus diversidades, sí, pero dispuesto a enfrentarse en común a su futuro.
Puestas las cosas como están, estos Magos, que vienen de donde sopla el euro, ya no pueden ni comer carne española ni poner carbón a quienes no hayan sido buenos porque nuestras autoridades los quieren fuera de ley por contaminantes y hasta gravados con notorios impuestos, cosa ésta de la tributación tampoco nada desdeñable en la realeza y que le está trayendo de cabeza a nuestro Emérito que, miren por dónde, se ha tenido que ir a vivir a Oriente, de donde viene ese euro noto, también por mor de la fiscalidad.
Me da mucha pena verle allí porque los Magos vienen y vuelven cada año, pero él parece que no porque ya se han encargado muchos de condenarle al alejamiento perpetuo sin juicio, con la pena de telediario. Y si fuere que sí, que volviese, visto lo que hay, tendría que pensar cómo y dónde vivir tranquilo para poder gozar de la compañía de toda su familia. ¿Se respetaría su ocaso por la política, la pública opinión o desde esos medios bien avezados en vacuos reporteros y resabidos colaboradores?