Enrique García Agulló
Lo privado también se vuelca
En los peores momentos, se aprecian muy buenas cosas, a veces, las mejores cosas
En los peores momentos, se aprecian muy buenas cosas, a veces, las mejores cosas. Reconforta ver noticias cada día de la colaboración de la sociedad civil en esta terrible crisis de la pandemia. Reconforta ver cómo desde las empresas más grandes al más modesto de ... los autónomos, pasando por los bancos o las grandes corporaciones, todo el capital tantas veces denostado, por la prensa, la industria, la agricultura, los servicios, todo se pone a favor del combate y a cooperar con las autoridades del Estado Y se nota la eficacia de todos esos grandes organizadores acostumbrados a ser capitanes de empresa, como también su certera logística.
Es reconfortante y muy de apreciar, caso a caso, toda esa participación también de personajes del arte, de la cultura, del entretenimiento, de la cocina, de la moda, de las pequeñas o medianas empresas, de las ONGs, de los religiosos, todos unidos en el común empeño de ayudar y de luchar contra este dichoso virus. O como todas esas empresas hoteleras que están poniendo sus instalaciones a favor de sanitarios y cooperantes que necesitan descansar y que no pueden ir a sus casas por temor a contagiar a los suyos o como hospitales para tantos enfermos o mayores que los necesitan.
Gusta ver aparecer en los informativos noticias de esos propietarios de locales y de viviendas que empiezan a asomarse y que van eximiendo a sus arrendatarios del pago de las rentas de alquileres en estos tiempos de zozobra e incertidumbre , rentas de locales que no cobran porque sus inquilinos nada podrán ingresar en estos tiempos de desgracias de la salud y de trabajo; pequeños empresarios que han tenido que cerrar y que nada producirán mientras impuestos, seguros y toda clase de gastos inherentes a su actividad siguen presentes en su cotidiano libro de entradas y salidas, ahora con tantas salidas y sin entrada alguna.
Reconforta, sí, ver que España es solidaria en los momentos en que España necesita de su gente y eso consuela, consuela mucho. Porque desde el sector privado se hace porque se quiere, porque ve necesaria su aportación, porque el Estado sólo no puede enfrentarse a este horror. Y se ofrece en la común batalla frente al virus más allá del deber, por el impulso del querer, por su derecho a ayudar, por su conciencia moral.
Verán. En conversaciones entre liberales surge muchas veces el eterno dilema del derecho y del deber . Permítanme que acabe estas líneas hoy con una reflexión que, de seguro, tienen muchos de ustedes en lo más íntimo de su ser. Se habla mucho de deberes y derechos, del «yo tengo derecho a» pero también del «tiene usted el deber de». A mí me gusta más oír «tengo el derecho» que «tiene usted el deber» porque el deber me lo pone mi propia ética de conducta y el derecho lo he conseguido yo de la sociedad. No es mía la reflexión, pero me gusta asumirla. Y, ahora, en España se está viendo que la sociedad civil, como la función pública, también sabe actuar más allá del deber, ejerciendo el derecho de ponerse a ayudar. Gracias mil, españoles.
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