Enrique García-Agullo
Perdone si le he ofendido
Hoy se maltrata el idioma no porque no haya un mañana, sino como si nunca hubiera habido un ayer
Se está generalizando una forma de hablar en España que deja de lado la riqueza de nuestro idioma por una serie de modismos que arrinconan el generoso vocabulario de la lengua castellana.
Algunos medios tienen gran culpa de ello y no precisamente entre sus periodistas ... empleados, singularmente en la televisión, ese gran monstruo hoy de la comunicación colectiva donde se brinda una suerte de púlpito grandioso desde el que se habla al mundo de aquella manera. Hoy se maltrata el idioma no porque no haya un mañana, sino como si nunca hubiera habido un ayer. Por los políticos, por los trabajadores del medio o por eso que se ha venido en llamar colaboradores o personajes públicos, que así se autodefinen muchos de ellos.
Y si ahora se lee menos y es hasta posible que se oiga menos la radio, nos queda la televisión para perfeccionar o para cargarse el idioma, ya que las afirmaciones que desde la misma nos llegan, entran en nuestro subconsciente de manera impactante y diría yo que hasta con alevosía. Vemos a políticos que ayer dijeron digo y que hoy ya dicen Diego. Adaptan el lenguaje a expresiones nuevas que ocultan la realidad de los hechos a veces antipáticos y dolientes para modificar las convicciones que se pudieran tener y hacen nacer nuevos giros como lo de la nueva normalidad, los migrantes o la desescalada.
Lo normal es lo que debe de ser, la nueva normalidad no sé qué será. Un migrante es emigrante cuando se va y es un inmigrante cuando nos llega. Y desescalar es tanto como empeñarse en bajar una escalera mecánica que nos lleva hacia arriba, tanto que mi ordenador no debe estar al día ya que, cada vez que escribo desescalar en el texto, el corrector automático del mismo me lo señala en rojo. Pero lo peor es querer quedar bien con las palabras, aparentar lo que no es. En esta nueva forma de hablar se viene dando cada vez con más soltura y desparpajo ese aberrante condicionante de la disculpa que, después de un exabrupto de cualquier índole, y siempre para quedar bien, lleva a pedir perdón «por si le hubiera ofendido». Esto me parece tremendamente injusto y cínico. No se puede pedir perdón por si se ha ofendido, se debe pedir perdón por ofender y si se estima que no se ha ofendido no hay por qué pedir perdón, se sostiene lo dicho y se apechuga con las consecuencias.
Les cuento todo esto por lo que ha pasado esta semana con la ministra de Educación y el diputado popular queriendo la primera diluir con ese perdón a tiro dado y también para pedir que no se use mal esa bonita palabra del perdón.
Pedir perdón «por si acaso» es empezar mal y saberlo además, saber que se te ha ido la lengua. Ofende doblemente al ofendido y ofende a los demás porque adolece de falta de sinceridad, de la arrogancia del que se siente que puede ir más allá y que el otro se tiene que aguantar. No, señora ministra, el perdón sólo tiene un camino y es el reconocimiento de que algo ha ido mal y la esperanza de que la comprensión del ofendido arreglará el desarreglo.
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