Enrique García-Agulló
Pacta sunt servanda
Otra vez se ha liado con lo de la contienda entre el secretario general del PP, la presidenta de Madrid
PREÁMBULO: Yo quería y sigo queriendo hablar del ajuste post electoral en tierras castellanoleonesas, pero más allá del horror que nos causan noticias como las de nuestros pescadores o lo de Ucrania, otra vez se ha liado con lo de la contienda entre el secretario ... general del PP, la presidenta de Madrid y el propio presidente de los populares abriendo un nuevo frente de judicialización de la política con lo que eso tiene y entretiene en estos difíciles años que nos esperan. FIN DEL PREÁMBULO.
Los votos en Castilla y León, aunque afecten directamente a dos millones y medio de españoles, indirectamente han caído sobre los otros cuarenta y pico de millones de españoles más, dado que su resultado vuelve a mostrar la necesidad de suscribir pactos para la gobernabilidad.
Las normas electorales que nos dimos con la Transición quizás adolecieron de sutiles tejemanejes para que, desde los primeros momentos, los partidos locales se hicieran pronto con el favor de sus paisanos en defecto de los votos de los partidos nacionales que iban cayendo en la urna de votos desperdiciados. Pero justo es recordar, como favor también, que la Transición extendió el concepto de pacto basado en la lealtad y que dejaron para la historia nombres tan sonados como los de La Moncloa o el de Toledo, aunque también los hubiera tan perversos como el del Tinell.
Desde mediados de los setenta viví en nuestro movimiento liberal cómo íbamos aglutinándonos con otros partidos hasta llegar a la UCD y, durante mi incorporación a la política municipal, conviví con el PP al que nunca pertenecí, pero con el que siempre mantuve mi compromiso, lo que no significó que no tuviéramos diferentes puntos de vista, sino que siempre pusimos por delante el interés general de la ciudad.
Viví con Teófila Martínez desde principios de 1995 nuestro pacto de la manteca ‘colorá’, que así le llamaba yo porque llegamos al mismo desayunando en una venta de carretera. Creo que funcionó. Me encomendó ser portavoz del Grupo Municipal pero siempre estuvo atenta a aliviarme de dicha función cuando los temas que se tocaban en los Plenos eran propios de su partido o, presumía que no me podrían llegar a gustar mucho. Todos esos años nos mantuvimos nuestra lealtad mutua, como dejaron escrito los viejos juristas romanos, para cumplir hasta el final.
Es lo que me entristece ahora cuando veo que, tras los resultados dados, los que creen tener la fuerza que no los votos necesarios, ponen sus propias exigencias por delante, sus intereses particulares por encima de los de su región en vez del necesario afán de servir y buscar en qué se puede estar de acuerdo, en qué no y en cómo solventar esto último para el desarrollo pacífico del gobierno de la Comunidad.
La Constitución de 1812 fue la primera en establecer que «la reunión de todos los españoles formábamos la nación» pero, aún más, que «el objetivo del gobierno debería ser la felicidad de la nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen». Esto es lo que no parece ser visto por unos y por otros ya que son más dados a anteponer sus posturas partidistas, externas o internas, al acuerdo que sirva mejor para sus conciudadanos.
Que no nos cuenten después eso de que las izquierdas siempre se unen con quien sea para arrinconar al centro derecha. Busquen para todos, que son capaces y pueden, sendas de pactos y entendimiento antes que levantar muros de separación que, ya anteayer en Madrid, por si fuera poco, se volvió a erigir otro bien grande trayéndonos a la memoria aquel sagaz dicho de un ministro centrista de la Transición, «cuerpo a tierra, que vienen los nuestros».
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