Otra vez lo ha hecho
¿qué nos aporta ese turismo de borrachera más allá de dinero rápido para emprendedores de temporada y contratos laborales precarios?
Yo no sé qué clase de conciencia tiene este presidente del gobierno que se nos ha dado gracias a esa coalición ‘frankestein’ que lo aupó, pero otra vez lo ha hecho, clavándola certeramente en el hoyo de las agujas, vamos, que si la cosa no ... fuera tan seria, como que parece que se está riendo de todos nosotros con lo de la pandemia y su final.
A principios del verano pasado ya dijo que había vencido el virus y, toma moreno, como decía el guiñol ése con nombre de magnate americano, zurriagazo de nueva ola, el turismo al suelo y los contagios por doquier. Ahora nos saca el eslogan turístico de «enseñemos nuestra sonrisa» a quienes nos visitan y, hala, fuera mascarilla, como Mazinger cuando decía «fuera puños». Pues decirlo y subir exponencialmente el nivel de incidencia ha sido todo uno y de nuevo el turismo otra vez por los suelos y a cargar sobre los sanitarios la cosa y los hospitales llenándose porque al señor presidente le ha dado por enseñar la sonrisa al mundo ¿A qué mundo si nadie quiere venir a vernos ya por el descontrol político de esta pandemia?
Pues a lo que se ve, abriendo del todo la puerta a los británicos que son los más contagiados después de haberles dejado pasar estos meses antes por la traserilla de Gibraltar, que no sé para que tiene frontera y nosotros tenemos Schengen porque, por ahí, con lo que pasara ya en Portugal, se nos han ido colando uno tras otro y este gobierno, siendo la hora que es, todavía no tiene cerrado ese punto oscuro del adiós del Reino Unido a Europa dejándoles esa puertecilla abierta para cuando quieran entrar y salir sin que se les vea desde Bruselas.
Y vengan británicos para aquí, como si fuera gratis, a beberse España, que esto está barato y las borracheras ya se ve que se aguantan por el sufrido pueblo español, que hay que ver la gentecita que nos manda Boris Johnson, lo peor de su casa. A beber y a gritar por las calles, a quitarse la ropa o a tirarse de los balcones a las piscinas. Y, mientras, a ponerle copas y a que se pongan ciegos, que vender alcohol por la noche es mejor que hacer tornillos durante el día.
Ganó Italia la Copa de Europa y ahí se les volvió a ver en su natural gamberrismo zahiriendo a los seguidores de la ‘azurra’ por Londres. Eso sí, mucho té a las cinco y mucho rollo, pero cuando salen de allí ya vienen con la mochila preparada. Ya lo hicieron en Portugal en lo alto del disparadero y ahora, pese al nivel de contagios que tienen en su isla, a ponernos a nosotros también en el disparadero del Covid. Y no digo yo que no haya británicos educados y que saben comportarse, que son muchos y a los que pido disculpas, pero es que los que nos llegan en verano, en una parte importante, vienen con ese sello de mamarrachos.
Es complicado ver que un país como el nuestro se ponga a servir copas sin esperar la más mínima compostura. Una cosa es nuestra proverbial hospitalidad y otra que se sirva alcohol a esta gente hasta que salga el sol por la mañana. Qué envidia de los que tienen fábricas, buenos campos y caladeros de pesca abundante porque hay tantos países que tienen toda esa industria y todos esos sectores económicos brillantes que también tienen turismo pero que no tienen calles cogidas por estos transgresores del beber hasta que el mundo se acabe ¿Se imaginan ustedes dónde nos pondrían esos británicos a nosotros españoles si se nos ocurriese hacer en su tierra la mínima parte de lo que ellos hacen en la nuestra?
Turismo, sí, pero comportamientos normales también. Si tenemos el suelo y el cielo que tenemos, si nuestras playas y nuestra historia tanto atraen, si nuestra gastronomía es de estrellas ¿qué nos aporta ese turismo de borrachera más allá de dinero rápido para emprendedores de temporada y contratos laborales precarios?