Enrique García Agulló - Opinión
La nueva normalidad
Cuando el señor presidente se nos apareció el otro día en el televisor y nos habló de la Nueva Normalidad, se me vino de momento a la cabeza García Márquez y todos aquellos nombres que a lo largo de esos últimos siglos han ido apareciendo como denominaciones de haciendas o de ingenios criollos en el continente hispanoamericano
Este equipo de gobierno es la repera, la repera redonda de Don Iván. Y van ya no sé cuántos casos y no sé cuántos españoles fallecidos, a los que Dios tenga en Su Gloria y a sus familias les dé consuelo y nos salen ahora ... con la Nueva Normalidad, que sigue a lo de las Fases o a lo de la contención. Papelistas que son, como diría un buen amigo mío, papelistas de la tercera acepción, vamos, de los buenos, mención «cum laude». Y es que ahí está el quid de la cuestión, en el imperio de los palabros por encima de la acción.
Les aseguro que cuando el señor presidente se nos apareció el otro día en el televisor y nos habló de la Nueva Normalidad, se me vino de momento a la cabeza García Márquez y todos aquellos nombres que a lo largo de esos últimos siglos han ido apareciendo como denominaciones de haciendas o de ingenios criollos en el continente hispanoamericano. O, casi de inmediato, cuando lo repitió otra vez, con los que suelen adoptar esas sectas apocalípticas que de vez en cuando surgen en los Estados Unidos de América, a veces pilotadas por algún astro de la pantalla y que acaban en las selvas amazónicas. La Nueva Normalidad parecía presentada como una nueva época tras este éxodo en el que se nos viene ahora guiando con la memoria histórica o con el federalismo asimétrico, como antaño el largo cayado de Moisés guiara a su pueblo por el desierto para llegar a la Tierra Prometida. La Nueva Normalidad, no la normalidad a secas que todos ansiamos y que todos podemos comprender sin que nadie nos la explique. Un pueblo nuevo, una nueva nación, eso parece ser la Nueva Normalidad.
¿Y qué me dicen de lo de la Fase 0?, Maravilloso, 0 solo. Una suerte de preparación casi intrauterina que, tras otras nuevas fases, 1, 2, 3 o 4, hará renacer al español en una nueva dimensión creada ahora por Sánchez y Redondo. Así nos tienen de entretenidos en este confinamiento, para que no sintamos en profundidad todo el dolor que se viene produciendo, para que no pensemos en toda la incertidumbre que se viene generando. Así nos tienen entretenidos, entre eso de la contención más o menos moderada a esto de las fases numeradas, porque no es tiempo de pedir explicación alguna, como repite y repite hasta la saciedad el dogma buenista. Ahora toca lo de las fases, toma, a estudiar qué se puede hacer en cada una de ellas, a nosotros, a los españoles, que todos los años discutimos por el cambio de hora o por cuáles sean los cuartos que preceden a las campanadas de Nochevieja.
Y me pregunto yo, ¿seremos los españoles mejores si pasamos a ser «neonormales»? La verdad, yo no me veo muy conectado con el palabro. Me suena esto más, ya les digo, a nombres de viejas haciendas e ingenios de la América hispana, a antiguas industrias textiles o a esas sectas donde hay que tener mucho dinero para ser sectario. Quizás a sociólogos y afines les guste el término, a mí no, como no me gusta lo de neoliberal. Pero, la verdad, les confesaré algo, a mí todo esto me suena mucho más a aquellos rótulos comerciales tan evocadores de tiempos pasados con los que se ilustraban en la ciudad añejos bares, ultramarinos o alguna zapatería: «La Nueva Normalidad, Casa Fundada en el año 2020».
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