Enrique García Agulló
Los no Sanfermines
Cosas de los «no muertos» que son... los que están vivos
Jueves veintitrés de julio de dos mil veinte, informativo de la tarde de Antena 3. Sería en torno a las tres y veinte cuando, en medio de la incesante y constante información sobre el Covid -19 y sus rebrotes, apareció en pantalla el ... rostro de una reportera para comentarnos la evolución de este virus en el Reino de Navarra. Desafortunadamente uno empieza a oír estas noticias con cierta resignación y, quizás, sin dedicarle la importancia que merecen para que todos estemos constantemente preparados y poder cuidarnos a fin de poder cuidar mejor a los demás, pero, les cuento, liado en la cocina como estaba preparando el almuerzo para mi esposa y un servidor, oyendo las noticias, que no mirándolas por no cortarme un dedo con el cuchillo, a punto estuve de cortármelo cuando inesperadamente sonó el palabro otra vez.
La buena señora periodista, a la que habrá de suponérsele unos estudios lingüísticos para poder cumplir ese importante mandato de tenernos informados a los telespectadores, va y se regala por lo que está pasando en Pamplona con un rebrote durante los «no san fermines…» Caramba, qué palabro, qué palabrota, qué descalabro . Ciertamente que, durante estas dos semanas pasadas, se viene escuchándolo y leyéndolo desde que llegara aquel aciago día en el que los mozos este año no pudieron correr ya los toros. Como pesaroso también ha sido para los que no hemos tenido la oportunidad de encender la tele un poco antes de las ocho de la mañana y encontrarnos las voces amigas de esta fiesta comentándonos las características de la ganadería del día, el paseo del concejal por el recorrido antes de que soltaran los toros o los rezos a San Fermín, prolegómeno a lo realmente esperado, los mozos ante los toros, antaño de camisa blanca y pañuelo rojo y hoy con camiseta del Numancia o con la del «porque te quiero, Pepi».
Esto de los «no san fermines» vuelve a incidir una vez más en esa pérdida y ese recorte del español que, además del desastre que pueda suponer para el conocimiento de nuestra lengua, (dicho quede por tan maltratada que se ve en esta España nuestra, piel de toro, aunque sea mejor cuidada en otras latitudes), por ser cosa esperpéntica y foránea, pobre y reductiva en el lenguaje al que se nos está acostumbrando desde esa cosa que llaman redes sociales. Ítem más, cuando el palabro nace en plena epopeya de vinos y cánticos con el triste resultado de un nuevo avance del virus por no ser muy cuidadosos en el uso de la mascarilla ni en la distancia entre personas porque, qué pena que en estos últimos años al santo obispo pamplonés se le vaya mentando más por lo de la manada como ahora se ha empezado por lo del virus y el «no sanfermín».
En fin, esto me lleva a pensar que, este tipo de personas a las que se les dice creadores o creativos, nos están inyectando tantos nuevos palabros de inmediato uso a los que, desafortunadamente, también les da la prensa inmediato cobijo sin pararse a pensar que, precisamente hoy, es la prensa, como primer medio de información, posiblemente el primer medio de formación que recibe el español. Todo se está convirtiendo, pues, respecto al lenguaje, como en un incierto aquelarre de virus y bacterias que se meten en el buen uso de las palabras introduciendo en su sustitución estas nuevas que a ellos les suena bien, como si de una verdadera mutación se tratase. Menos mal que en esa redonda definición que se ha inventado el Gobierno con lo de «desescalada», dentro de lo mutante, se ha quedado algo prudente en el invento porque, superando las fases que nos han prescrito y ante lo incierto de que pudiera describirse en el futuro alguna zona como «territorio no Covid», por ejemplo, entre no escalada y desescalada, ha optado sólo por lo de desescalada. Cosas de los «no muertos» que son... los que están vivos.
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