La mesa de 'no negociación'
Parece que el ayuntamiento de la capital, aunque sea en lo del almanaque, quiere recrear aquellas antiguas fiestas típicas gaditanas que ya vivimos durante las primaveras del franquismo
A la hora de iniciar mi comentario de este sábado confieso encontrarme con un dilema, Cataluña o el Carnaval. Los separatistas del nordeste han vuelto a exhibirse con sus pronunciamientos ya cansinos por repetidos que nada hacen en favor del resto de sus paisanos porque, ... con eso de las generalidades, es fácil oír en cualquier charla que ya está bien lo de los catalanes cuando, la verdad, no debería ser así porque catalanes o manchegos, aragoneses o extremeños, vascos o andaluces, somos todos hermanos e hijos de una misma madre aunque como, en algunas pocas familias, algunos de esos hijos salgan malajes y den tanta lata, cosa de las debilidades humanas.
Por otro lado, para algunos de mi edad más o menos, parece que el ayuntamiento de la capital, aunque sea en lo del almanaque, quiere recrear aquellas antiguas fiestas típicas gaditanas que ya vivimos durante las primaveras del franquismo porque, en este calendario agitado por la pandemia que ha hecho surgir en nuestro lenguaje ese horroroso palabro de las “no fiestas”, quiere ahora encajar los carnavales no celebrados entre finales de mayo y principios de junio.
Ambas situaciones tienen su peculiaridad, aunque eso sí, una en negativo como la del lazo amarillo y, la otra, en positivo con la sátira, la crítica o el sentimiento que se desprende de sus coplas y de los tipos de las agrupaciones, que son infinitamente más consecuentes que toda esa pandilla de cortes en las autopistas y quemada de contenedores. Puede ser cierto que, en algunas de nuestras letrillas, quienes no sean de por aquí necesiten subtítulos para comprenderlas, pero los gaditanos, que no somos graciosos sino que nos lo pasamos más que bien comunicándonos con ese sentido a veces sin sentido de las coplas, apreciamos en todo lo que vale el doble significado de las letras o sus silencios así como nuestros trabalenguas, que nada tiene que ver con el forzado karaoke regional al que nos han acostumbrado las noticias que llegan desde Cataluña.
Lo de la mesa de negociación para unos, de la autodeterminación y la amnistía para ellos, de la falsedad o de la deslealtad para otros cuantos más o de la traición también llamada, (incluso de negociaciones de paz como la de Vietnam), no deja de ser harto esperpéntica con las exigencias del gobierno autonómico de Cataluña de que formaran parte de ella el presidente del gobierno con el de aquella región. Ha comenzado mal por las ínfulas de uno y las sumisiones de otro que dejan en franca desatención, cuanto menos, a los restantes presidentes de las demás autonomías que podrán ven así mermada su categoría frente a la del catalán.
Ha comenzado mal, con discusiones entre los independistas que son de una y de otra manera pero, aún peor, con la puesta en escena de la misma. Por la petulancia del honorable al mandar al jefe de sus guardias para recibir a Sánchez en la calle quedándose él esperando en la casapuerta, como si le pareciera demasiado recibirle en la calle a pie de coche. Y acabó peor con esa burda retirada de la bandera española detrás del pupitre desde el que hiciera Sánchez sus declaraciones para dejar solamente la catalana a la hora de informar Aragonés, vamos, haciendo ascos a la bandera de todos los españoles. Por en medio, la pesarosa retahíla de todos estos años desde Rajoy a Sánchez, un rosario de propuestas que no se pueden poner en diálogo porque todo choca con esa tozudez de amnistía, referéndum y autodeterminación, cosas que Sánchez, ni ningún funcionario público sometido a nuestra legislación, puede atender.
Frente a esta suerte de carnestolendas políticas el nuevo calendario carnavalesco gaditano parece que nos va a retrotraer a tiempos pasados en los que nuestro concurso de agrupaciones y nuestras fiestas callejeras van a coincidir con todas las ferias tradicionales de nuestra región, aquí con el disfraz mientras que desde Jerez a Sevilla o desde Algeciras a Sanlúcar, un poner, de traje corto y faralaes en una fatal turbulencia del almanaque festivo.
¿Recuerdan la entrevista que le hicieron al jefe de jefes catalán en una conocida cadena privada de televisión? Con todo lo que ya estaba pasando por la periodista le preguntaba por la UDEF y las investigaciones que, hace años, se estaban ya llevando a cabo sobre determinadas fortunas en su territorio. El viejo prócer, con más sellos puestos en el cristal que un SEAT 124, le imprecó: «¿qué c... es eso de la UDEF?».
Así son las cosas en esta España nuestra de nuestros días, «¿qué c… es eso de la mesa de negociación» si no se puede negociar lo que pretenden ellos? Tan esperpéntica como lo del saludo del edecán y tan hostil como la retirada de la bandera es la mesa de… la “no negociación”. Todo tan estrafalario como lo de las “no fiestas” que a tantos comunicadores les alboroza anunciar y que tantos quebraderos de cabeza han dado a los sanitarios y a las fuerzas de seguridad, como descontrol ha deparado la dichosa enfermedad. Señor, qué manía de escenificar fuera de sitio lo que no es. Si la tozudez de unos hace imposible la negociación, por qué esa especie de aquelarre político donde no se puede negociar lo innegociable y cuyo mayor valor ha sido ya dar de menos de modo tan ostensible a las demás presidencias autonómicas. Como lo de las casetas por Canalejas…
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