Enrique García-Agulló

La mentira

Es una lacra que ni tan siquiera se quiere excusar cuando se coge en ella al que la expresa, ni entra en su sentir dar explicaciones del por qué de versiones tan opuestas y distintas

Enrique García-Agulló

Preocupa tanta mentira y que, mucha de ella, se nos exponga de manera tan constante incluso desde personajes o instituciones y entidades, oficiales o no, si nos atenemos a lo que nos cuenta la prensa y queda en la hemeroteca como fiel testimonio de ello, ... pues no hay día que no tengamos que pasar por tan incómodo y deshonroso trago. En este país se miente, sí, y se miente por muchas partes y a sabiendas. Y se quiere confundir la mentira con la estrategia, con el momento de que se dijo cuando no se era lo que se es ahora o como una falaz inteligencia que desprecia la bondad supuesta de toda la sociedad. Es una lacra que ni tan siquiera se quiere excusar cuando se coge en ella al que la expresa, ni entra en su sentir dar explicaciones del por qué de versiones tan opuestas y distintas.

Da mucho que pensar el contexto en el que se usa la mentira y que, además, se trate de modo tan banal. Especialmente por su potencia cuando se transmite desde medios de gran difusión y dicho sea, a título de ejemplo y sin hacer de ello una generalidad, en uno que puede ser tan fuerte como la televisión en algunos programas de ésos que llaman de entretenimiento y en un país tan poco dado al sosiego y sí a conmoverse con la primera emoción . Y es que juegan en su haber con la imagen o con la glosa de una tertulia donde a cualquiera, sin más título que su recorrido peculiar por la vida, se le dé plaza de colaborador que expone a tumba abierta su opinión, bueno, quizás sea mejor decir su versión, inoculando a millones de personas con apariencia de plena certeza y razonado juicio.

Hoy me quiero fijar en tres cuestiones; a saber, la judicial, la comercial y la política. Corre como natural una actitud admisible de la mentira ante los tribunales cuando todos estos tertulianos comentan, discuten o cotillean sobre la diferencia del mentir entre investigado o imputado y entre los testigos, dándoseles así a los primeros una suerte de pasaporte trolero que podrá argüir frente al juez o a los letrados que le interroguen para contestar o no lo que le venga en ganas porque eso no debería tomarse como virtud sino, en todo caso, como lo que es, el derecho que se tiene a construir una lícita defensa de la manera más conveniente a sus intereses a fin de poder establecer la versión de su verdad frente a las que desde la acusación o desde la propia función instructiva judicial se le plantee.

Sobre el reclamo comercial. ¿Cuántas veces nos enfrentamos a ese anuncio de «hoy o esta semana sin IVA»? Tampoco es veraz el mensaje puesto que el IVA de lo que se venda llevará ya implícito, digo yo, el gravamen fiscal que le corresponda, aunque el precio de venta se baje y gane menos esos días el vendedor, pero esa política de mercadotecnia nos embarca y parece como que anima al contribuyente a no contribuir y a justificar ese concepto social que cada vez corre más aprisa de para qué les voy a dar mi dinero a estos señores con lo que están haciendo.

Dejo para el final la peor de las mentiras, la del político, porque a él es a quien le encomendamos la administración del común y la decepción por el incumplimiento o por el engaño será aún mayor todavía. Horrenda porque la acción del electo, la del gobernante o la de nuestros representantes, se basa en la confianza para llevar la cosa pública en nuestro nombre y es aquí donde nos encontramos día por día tremendas trolas o constantes cambios de rumbo de información, (véase todo este capítulo de vacunas sí, vacunas no, de aquella marca o de ésta...), normalizando prácticamente aquel famoso dicho de «donde dije digo quería decir Diego», que ya hasta el mismo Boletín Oficial del Estado dicen que parece contemplar. Esta mentira nada dice de la virtud de quienes tienen encomendado el gobierno o el control al mismo y, además, nos deja en un papel muy feo frente a las demás naciones porque ¿qué confianza puede suscitar esta sociedad que acepta la mentira en la política?

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