Enrique García-Agulló

Mañana puede ser tarde

Ayuso ha ganado porque ha actuado como política, ha puesto en valor su forma de sentir y pensar, su forma de hacer y su deseo de cambiar

Enrique García-Agulló

Si algo nos ha traído la victoria de Ayuso en Madrid ha sido el primer temblor del populismo, que el centro aproveche para sacar a España de este atolladero en el que se ha ido metiendo durante estos últimos años llegando al culmen en esta ... pandemia desconcertante en su gestión, con un crecimiento inusitado del paro, largas colas del hambre y un peligrosísimo crecimiento de la deuda pública en tan poco tiempo, los años de Sánchez y de Iglesias. O sea, proponer algo antes de que, por no haber sabido administrar lo que éstos tenían entre manos, nos cosan a saetazos tributarios para querer equilibrar sus mal llevadas cuentas y sus singulares gastos.

Díaz Ayuso ha ganado porque ha actuado como política, ha puesto en valor su forma de sentir y pensar, su forma de hacer y su deseo de cambiar, ha hablado con el corazón y con la razón, con la sinceridad y con el sentimiento de meterse en los demás para comprender sus problemas y sus aspiraciones, para poder corregir situaciones y dar esperanzas a fin de salir entre todos de esta caótica situación.

Sus críticos de centro izquierda, que siempre habrá un Aguado o una Arrimadas en la vida, le han hecho a Madrid, y por extensión a España, el mejor de los favores con sus mociones natas o nonatas y los de la izquierda, con la extrema izquierda, han usado toda su batería de insultos sin proponer mejora o sustancial cambio alguno, sólo las antiguallas a las que nos tienen acostumbrados desde Rodríguez Zapatero con eso del añoso fascismo. Aquí no hay fascismo hace ya muchos años, si queda algo de ese fascismo, que miren en sus métodos la ultraizquierda y el separatismo.

Ahora Casado, por mor del triunfo de su presidenta en Madrid, se enfrenta a un importante desafío, exprimir hasta su última gota el jugo de la confianza que los madrileños han dado al centro derecha para que resuelva sus problemas y, aprovechando la falla que se ha abierto con la salida de Iglesias Turrión y el arrinconamiento de Arrimadas, esforzarse por explicarnos a los españoles qué pretende hacer con España más allá de su pugna directa con Sánchez.

Porque Sánchez, lo admita o no, está tocado y, si no lo sabe él, es porque no quiere saberlo. Llegó al poder tras una desescalada pérdida de votos y a través de un complicadísimo andamiaje para hacerse con La Moncloa. Nada le importó para conseguirlo aliarse con quienes siempre estarán en desacuerdo con una España cohesionada y se echó en brazos de los que quieren disminuir nuestra nación en una suerte utópica de repúblicas obsoletas o de taifas independentistas, fruto de esa eterna adolescencia en la que viven que, sin salir del nido, quieren ser ellos los que tiren de los hilos del guiñol.

Casado tiene que explicarnos cómo facilitará a los emprendedores crear empleo y cómo va a mover a nuestros diplomáticos para mostrar al mundo una España actual y moderna, una nación orgullosa de su historia y de sentirse occidental, una sociedad competitiva en la industria, el comercio, la agricultura, la pesca o la investigación. Apostar por mantener un estado de bienestar con una equilibrada política fiscal y administrar, pero que muy bien, el gasto público. Garantizar un sistema de educación común para todos con aprecio a la excelencia y poner en su sitio esas ínfulas independentistas, mantener un servicio público de salud gestionándolo bien con los menores costos, garantizar una independencia judicial moderna y eficaz o mejorar un sistema defensivo por el que se nos respete y con el que podamos colaborar con nuestros iguales en situaciones y territorios complicados.

Es su momento y debe salir ya de ese bucle de enfrentamiento con Sánchez si quiere explicarnos mejor cada día cómo y a dónde podríamos llegar con él.

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