Enrique García-Agulló
El día de mañana
Los únicos tranquilos en estas elecciones son los que mandan, los de las periferias, que seguirán en lo suyo queriendo pescar en aguas turbulentas
Hoy me hubiera gustado más hablar de ese gachupín con toque dizque de nativo que le da por hablar mal de nosotros. Y de sus ocurrencias de cacique diciendo cosas que no calibra para tapar sus trapos. Ya buscaremos razón y sitio para charlar de ... esto otro día o hasta del voto telemático perdido porque es que mañana puede ser un gran día en esas tierras de Castilla y de León, entonación que a mí siempre me trae al magín el medioevo y que, ahora, por lo de su contienda electoral, aún más al aparecérseme el domingo cual suerte de palestra en la que, como si de un viejo torneo se tratara, salten a la arena los campeadores de todos sus partidos y mareas.
Lucirán sus colores enfrentándose al voto de su población electora. Rojo socialista, celeste popular, morado podemita o naranja ciudadano. Y que me perdone Soria ¡Ya!, porque a estas alturas, la verdad, desconozco cuál o cuáles lucen y, ni tan siquiera, si han elegido algunos ya en esa España vaciada que tanto me encandiló con todo su arcano y que bien pudieron sentir dos andaluces universales hijos del Guadalquivir, Bécquer o Machado o Machado y Bécquer, que tanta monta monta tanto Isabel como Fernando.
Corazón de Iberia, rica en una historia anclada mucho antes que Numancia, con todo lo que su nombre encierra de épico, foto fija de las huellas de la fauna antediluviana en sus piedras tan cerca de la misteriosa Atapuerca, con un cielo espectacular o con la severa solemnidad de ese gran río pasando bajo San Saturio para seguir después su curso regando magníficos pagos y rendir al final su caudal en la mar océana por tierra de portugueses.
La Comunidad Autónoma de Castilla y León tiene nueve provincias y aproximadamente unos dos millones y medio de ciudadanos. Cádiz, que es la tercera provincia andaluza en habitantes, tiene un millón y cuarto, o sea, la mitad de toda Castilla y León. Su territorio abarca noventa y cinco mil kilómetros cuadrados y esta provincia nuestra siete mil quinientos. Cosas de números que son así de tozudos pero que nos va tener el domingo en jaque a algunos gaditanos pendientes del voto de estos viejos castellanos.
El cierre de campaña se prometió como la noche de fallas, cual parnaso político donde la rima se torna en mitin y promesas. Cierto es que no hace tanto tuvimos elecciones en Madrid y que los líderes también se empeñaron en que las cosas fueran adelante, pero Madrid iba de otra cosa, de un voto urbano principalmente. Ahora, con el agro levantado, salta al campo otro voto más, el rural y, aunque las capitales castellanoleonesas aporten mucho del primero, gran parte de su población se mueve más en tractor que en gasolina. Y eso lo han olido Sánchez, Casado, Arrimada o Díaz mucho más que Mañueco, Tudanca o Igea. Se lucha por el disputado voto perdido entre bodegas y graneros.
Hasta los encuestadores de prestigio se juegan su credibilidad. Las agencias privadas más o menos en una misma dirección y la pública en lo que le corresponde. De traca final, lo de la fiscalía con el Tribunal de Cuentas o el maná de los fondos europeos.
Estos escasos dos millones de votantes pueden dar la pauta de nuestro futuro inmediato ya que, del resultado de sus comicios, se nos dirá quiénes pasarán a semifinales y puede que también hasta de la propia supervivencia de algún partido. Lo de mañana trae cola. El PP con sus cosas, el PSOE con sus socios, los/las/les de IU Podemos con sus líderes, Cs con sus incertidumbres y los partidos locales aflorando. Los únicos tranquilos en estas elecciones son los que mandan, los de las periferias, que seguirán en lo suyo queriendo pescar en aguas turbulentas. Mañana se marcará tendencia, debilidad o fortaleza, intrincada coyuntura ya que nunca en manos de tan pocos electores habrá podido encontrarse España.