Enrique García-Agulló
Hispanofobia y memoria
La memoria histórica tiene que ser memoria y recuerdo de todo y de todos, no de unos frente a otros
El síndrome de la memoria histórica se va expandiendo por el mundo a un ritmo cuasi exponencial, particularmente, por la izquierda acomodada que achucha a la que no lo está para buscarse otra razón más de perpetuarse en lo suyo . Estas cosas gustan ... a nuestra izquierda donde atrae mucho la iconoclasia y la demolición, cambiar nombre de calles o quitar de anteriores homenajeados títulos, honores, medallas y premios.
Vayan por delante mis sentimientos de solidaridad y comprensión por todos los que han sufrido lo peor del poder , dignidad, fortuna y vida, porque nadie tiene el derecho de quitársela a ningún otro ni de excluirle por razón de pensamientos o creencias, salgan de donde salgan los tiros y se pongan de una manera o de otra los espinos del alambre que los encierre. Por ellos y por sus familiares, por todos los que lo sufren por la supremacía del poder de izquierdas o de derechas, que de todo hubo y que de todo sigue habiendo en tantos regímenes cerrados que aún quedan.
La memoria histórica tiene que ser memoria y recuerdo de todo y de todos, no de unos frente a otros porque si no, esto no se va a acabar nunca y siempre habrá agraviados o descendientes de agraviados. Un cuento de nunca acabar porque la vida es una sucesión de experiencias de uno u otro cariz. A ver, los romanos nos invadieron en el siglo III antes de Cristo y por aquí anduvieron más de seis siglos gobernándonos desde la Roma inperial, los musulmanes vinieron desde las lejanas tierras de Damasco y Bagdad o desde el cercano Marruecos para ocupar nuestra tierra y sojuzgarnos también durante más de ocho siglos, ¿tendremos que demoler el acueducto de Segovia o minar la Alhambra para hacer justicia en nombre de todos los que se sintieron invadidos y agraviados o en la memoria que por sus antepasados vean agravio?
Leo estos días que en la ciudad norteamericana de San Diego se preocupan ahora los que siguen estos movimientos en quitar de su escudo la campana que recuerda la fundación de la Misión que enraizó en tierra californiana el sentido de ciudad, la carabela que, a ellos, les debe de parecer atroz espectáculo el arribo de las naves españolas a esas tierras hasta entonces ignotas y nuestras queridas columnas herculinas que simbolizan nuestro “Plus Ultra”, ese más allá que llevó a los españoles a descubrir para el Mundo nuevas tierras y conectar nuevos pueblos y distintas civilizaciones.
No pretendo meterme en terrenos que vayan más allá de mis limitaciones como lector de historia y quede por delante mi reconocimiento a los profesionales de la misma que han dedicado años de esfuerzos para investigar y explicarnos su devenir a través de los siglos, pero no voy a tener que dejar de compartir con ustedes alguna preocupación como la que les planteo simplemente porque no sea perito en la materia, ya que opinar no es sentar cátedra sino más bien intercambiar criterios .
Da pena del uso de esta memoria histórica aquí y allí. En esta parte del Mundo que no se fue a hacer las Américas bien que cuidamos lo que podemos recuperar de quienes nos precedieron, como los rusos guardan la momia de Lenin o los franceses los restos de Napoleón. Cuidemos nuestra historia sin juzgar, a los ojos del presente, las acciones del pasado porque sin historia poco puede robustecerse la sociedad para enmendarse y recrearse cada día en la experiencia vivida con la que poder gestionar su presente de manera adecuada.