Enrique García Agulló
La hemeroteca
Ahí es donde a lo mejor podremos encontrar solaz los españoles para pasar este trance, aunque todo esto nos pueda costar otro parón en la economía o en el empleo
Supongo que, al menos con humor, como nos pasa a los españoles en momentos de dificultades, vamos a poder enfrentarnos a todo esto que se nos ha venido encima con la estrambótica coalición de las izquierdas apoyadas por los burgueses independentistas, el clero separatista o ... los nacionalistas de segundo nivel. ¡Qué galimatías, madre!
Ahí, en la hemeroteca, es donde a lo mejor podremos encontrar solaz los españoles para pasar este trance, aunque todo esto nos pueda costar otro parón en la economía o en el empleo; ahí, en la prensa fedataria y constante, en la tozudez de lo escrito y de lo grabado. Días de gloria se nos anuncian si no fuera porque todo esto nos puede pasar una cuenta de aúpa, ya que hemos sido llevados al culmen de «donde dije digo, digo Diego».
¿Cómo se puede entender a estos políticos que ahora gobiernan todo lo que nos han ido diciendo estos meses atrás contrario a lo que nos han dicho a la hora de formar el gobierno? ¿Dónde quedan todas esas manifestaciones que, con tanto énfasis, en uno y en otro sentido, proclamaban a grito abierto? Ahí están, en la hemeroteca, y quedarán impresas sus declaraciones, grabadas sus intervenciones, fijos sus gestos en tantas fotografías. En plena era de la comunicación, donde todo queda registrado y todo se puede volver a rescatar y donde, comparar lo antes dicho con lo de ahora, se hace a vertiginosa velocidad al pulsar una tecla.
Parece que han superado la frontera del pudor y del respeto a sí mismos ya que, a lo visto, el nuestro no les duele. Han cruzado una línea roja, roja escarlata y chillona. Así es de apetitosa para ellos la llamada del poder que les ha hecho presentarse impermeables ante su historia. o ante la historia de sus partidos. y mostrar un nuevo espíritu de candorosa virginidad, como si al acceder a La Moncloa se hubieran impregnado de un aura blanqueadora que todo lo lava y que todo lo hace renacer purificado. Y es que el caso de la Fiscal General o, perdón, de la Fiscala Generala del Estado, ha sido de libro. Qué suavidad la del vicepresidente Iglesias para explicar con toda dulzura política las razones de Estado y los méritos tan conformes a la legalidad vigente para su nombramiento cuando hace nada exigía su cese. Y es que todo es posible en esta feliz Arcadia.
Por eso, al menos, vamos a poder sonreír para no tener que estar llorando siempre o para que, cuando nos aflore el llanto porque no nos quede otra cosa, llorar, sí, pero también poder aliviar esas lágrimas con alguno de esos consuelos momentáneos que nos llegue de tanta contradicción previa que alumbra este nuevo escenario político en el que los mismos actores, hace nada, tres instantes, unos días, unas semanas, menos de un año, interpretaban para nosotros distintos y contrarios papeles.
Las emisoras de radio, las cadenas de televisión, los periódicos en papelo los digitales, salvo que se regulen sus funciones, podrán traernos cada día muchas más cosas de «donde dije digo, digo Diego”. Cada día, sí, salvo que no puedan hacerlo más, claro, porque es que España no se merece un gobierno que mienta.