Enrique García Agulló
Hasta el trancanil
...Desde hace algún tiempo, se viene esparciendo por la América hispana un movimiento muy organizado por las izquierdas...
Este fin de semana me ha venido al magín lo de trancanil, que a veces uso, y que mis familiares y amigos me han escuchado decir cuando las cosas llegan a esos límites que comienzan por abandonar lo racional y toman partido por lo irracional, ... si no por lo esperpéntico y lo absurdo, vamos, cuando se llega a la linde final de la conversación por falta de entendimiento o al momento casi postrer que nos plantea cualquier situación incompresible, inabordable y pronta a la desesperación. Hasta el trancanil, esos maderos tendidos tope a tope y desde la proa a la popa que ligan baos con cuadernas al forro exterior, vamos, para entendernos, como el filo de una repisa o el borde de la cama, situaciones límites para que se caigan las cosas de una estantería, uno de la cama o que una embarcación navegue con el nivel del agua por la cubierta a pique de naufragio.
Digo esto por esa versión actual del indigenismo que avanza sin descanso impulsada desde el populismo, herramienta imprescindible de la izquierda ultra, mayormente comunista, que, tras otras incursiones ideológicas, ha ido inoculando en su acción después de su fracaso soviético, de la caída del muro berlinés que, precisamente, el día de ayer nos recordaba su construcción hace ahora sesenta años, o con ese apoyo incondicional en España a la causa separatista, apoyo sin pudor alguno a las derechas separatistas con tal de destruir lo que hay porque, a la postre, usarán siempre lo que tienen en mente, su afán de laminar y conseguir el poder, o sea, encerrar las libertades y establecer de nuevo unos regímenes donde los dirigentes políticos de alto nivel se forren y sus segundos les mantengan mientras oprimen a los demás que, donde no existen el esfuerzo privado ni el empeño personal por crear empleos y riqueza, son todos los demás, subvencionados o empleados con nóminas de aquella manera.
Así, desde hace algún tiempo, se viene esparciendo por la América hispana un movimiento muy organizado por las izquierdas que, como ya que los trabajadores crecidos en libertad no les creen, buscan en esta situación el paradigma del descontento de los que tienen menos y, con el mismo, el alimento de la reacción ubicando ahora el mal de todos los males en la aventura española en aquel continente que, en lo penúltimo, se ha visto al mandar a Perú a nuestro Rey para escuchar las lindezas de su nuevo presidente unido a esa corriente indigenista con el cántico de los pueblos oprimidos para amarrarse a sus poltronas del poder, pues la historia se repite desde los primeros criollos de las independencias a estos ‘neocriollos’o mestizos que no son tan indígenas.
Mientras tanto, nuestra sensible izquierda local haciendo dejación de aquella historia para complacer a estos nuevos líderes que buscan en lo antiespañol el maná político con el que entretener a sus gobernados y su nueva sumisión, como antes lo estuvieran a los feroces mexicas, aztecas o incas tan amantes de sacar el corazón a niños, jóvenes y demás vivientes sometidos a sus crueles caprichos.
Ítem más, ahí tienen el papelón cínico e hipócrita de los norteamericanos en esta historia de derribo de estatuas en la que se han metido cuando ellos se cargaron a todo nativo que se ponía por delante, que les quitaron sus territorios, que les encerraron en reservas a los pocos que sobrevivieron y que han continuado más de un siglo asesinándolos en miles de películas donde todo indio era malo y, por supuesto, el que mataba era el blanco, héroe de origen británico y a ser posible protestante. Para estar hasta el trancanil de tanto manejo de estos tipos ¡Qué ‘jartura’!