Enrique García-Agulló

Esto no se ha ido todavía

Millones de contagiados, centenares de miles de muertos, caída vertiginosa del empleo, desaceleración de la economía, incertidumbre ante el futuro

Enrique García-Agulló

Esta enorme calamidad ha sorprendido al mundo de manera global, como hace años, quizás siglos, que no pasaba nada igual. Nos ha cogido desprevenidos y desarmados, sin reacción inmediata de quienes se esperaba que por su devoción y por su obligación deberían estar preparados ante ... cualquier contingencia, precisamente por esa vocación política de querer cuidar la nación y a sus nacionales ofreciendo en cada proceso electoral lo más con tal de hacerse con el mando. Incluso desde algunas altas instancias hemos conocido con estupor que se ha negado esta evidencia o no se ha actuado con la diligencia necesaria para atajar y paliar sus terribles efectos haciendo caso omiso a las advertencias sanitarias y negando la mayor. Millones de contagiados, centenares de miles de muertos, caída vertiginosa del empleo, desaceleración de la economía, incertidumbre ante el futuro. Y no hemos hecho más que empezar, según nos sugiere la Organización Mundial de la Salud o esa amenaza de peste negra emergente que nos cuenta la prensa se ha detectado en China.

Nada ha acabado y todo sigue y continúa , en voz alta o en susurro, pero aún está ahí. Nadie sabe cómo conjugar esta pandemia y la economía ni nadie nos dice cómo recuperarnos de ese pozo sin fondo. Seguro que nuestros muertos querrán que ahora lo hagamos mejor, el Estado y nosotros. Hubo un tiempo de confinamiento y todos nos confinamos mientras se iban yendo tantas vidas solas y desconcertadas. Un tiempo en el que toda una clase profesional encabezada por los sanitarios se puso a luchar contra la muerte con los medios de que disponían y por volver a dar salud a tanto enfermo incluso hasta sacrificar su vida por ello. Fue el momento del Estado pero ahora es nuestro momento.

Parece que sigue siendo tan necesario como conveniente la higiene de manos, respetar las distancias y el uso de mascarillas. “En tiempo de desolación nunca hacer mudanzas”, escribía San Ignacio, y no podemos salir ahora de este infierno y, en unos pocos días, por bajar la guardia, cargarnos todo. No se lo merecen ni nuestros muertos, ni nuestros sanitarios. No sé si ese palabro de la “ desescalada ” o lo de la nueva normalidad lo va arreglar pero cada uno de nosotros presiente que esto nos ha cambiado a todos de manera radical.

Vienen tiempos difíciles y lo vamos a sufrir en la salud y en la economía. Nos tenemos que preparar casi como para una economía de guerra porque esta pandemia está demostrando que nadie le puede hurtar méritos para ser considerada como la III Guerra Mundial en muertes, en bajas y en descalabros económicos. Sin perder la esperanza debemos ser conscientes de que lo que nos viene por delante no va a ser cómodo y la Administración, la primera. El Gobierno de la Nación, las Autonomías, los Cabildos y Diputaciones, así como los Ayuntamientos, todos según sus competencias, han de poner en común sus esfuerzos para preparar adecuadamente la logística de la sanidad que es hoy por hoy la avanzada de nuestra defensa, amén de continuar sus propias obligaciones. Todos a reconducir sus presupuestos también para la estimulación de la economía privada, la productiva, la que genera empleo, y no dando volumen a esas voces que hablan de más impuestos porque, ¿quién podría pagarlos si no se tiene empleo o si se ha visto forzado a cerrar el negocio?

Para sacar esto adelante, para cogerle el ritmo a este diabólico diapasón, hay que arrimar el hombro al mismo tiempo poderes públicos y ciudadanos. El poder reduciendo sus enormes gastos y desembarazándose de tanto cargo, sus funcionarios abriendo sus dependencias para poder atender a los ciudadanos con diligencia en estos tiempos de tanta necesidad, los empresarios con iniciativas e ilusiones, el campo y la pesca generando despensa y los docentes enseñando lo mejor a nuestros jóvenes y niños, todos manteniendo con seriedad y disposición cuanto hemos aprendido para defendernos de este mal, cuidarnos, cuidar a los nuestros, cuidar a los demás y apoyar a los que hayan de cuidarnos. Es tiempo de solidaridad al que habremos de enfrentarnos con lo que ya tenemos aprendido y de nuestro compromiso personal por nuestra responsabilidad con nosotros mismos, con nuestras familias y con la comunidad.

Artículo solo para registrados

Lee gratis el contenido completo

Regístrate

Ver comentarios