Enrique García-Agulló
Ya están aquí
Queda esforzarnos por convivir con nuestras diferencias y, como dijeran nuestros padres doceañistas, defender el bienestar de la Nación y de los individuos que la componemos
Parece mentira, pero ya ha pasado casi todo. Sánchez es Presidente aunque, cuando les escribo estas líneas, Iglesias no sea Vicepresidente aún, que no ha de tardar, y según nos dicen tendremos cuatro vicepresidencias, nuevos ministros socialistas, novísimos ministros comunistas y, de entre todos ellos, ... esa particular coalición formada por Irene Montero y Pablo Iglesias que, unidos en la paternidad y en la maternidad, pueden reafirmar aún más su unión en el gobierno. ¡Qué cosas! Imagínense a Aznar y a Botella juntos en el mismo equipo de Gobierno o, por qué no, a Pedro Sánchez y a Begoña Gómez.
La verdad es que, en esta línea tan propensa a colocar en política a amigos y familiares a la que es tan dada la izquierda, no se había llegado a un nivel tan alto como el presente pero, ahí puesta por los pactos la cuestión de esta manera, «cosas veredes, Sancho», que saldrán más que piedras que de seguro podrán dar mucho que hablar.
En estos días han sucedido cosas en el Congreso de los Diputados, demasiadas cosas para no preocuparse de todas y de cada una de ellas. Ha habido de todo. Broncas, exabruptos, desdenes, abucheos, malos gestos, provocaciones, abusos de situación, cinismos, chulerías, qué sé yo, faltas a la verdad, contradicciones… Algo vergonzante, cuando no inquietante.
La palabra congreso, como primer sentir, siempre me había traído a mí la idea de reunión, de juntar, vamos, algo bastante más pacífico y mucho más diferente que la imagen que se nos ha enseñado a los españoles durante estos días pero es que, en estas pasadas sesiones, dicho lo dicho en ese solemne salón de la Carrera de San Jerónimo, me deja un sentimiento de pena y preocupación por tan descarnada actualidad de nuestra fatal esencia como la que ya cantara el poeta, «españolito que vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón»... Dos grandes bloques, las izquierdas que se empeñan en autoproclamarse progresistas, que ya me dirán ustedes qué tiene de progreso ese afán desmedido por hacer que este Estado «cuatrivicepresidencial» prime sobre el individuo haciendo del ciudadano un objeto más que un sujeto, y las derechas, bueno, no todas, ya que la del PNV va a lo suyo que no es más que a ver qué se lleva en la marea, invocando a plena voz la Constitución cuando los de enfrente, no sólo es que no la mencionen sino que parece que les da como sarpullido la sola idea de que se la recuerden.
En fin, que ya están aquí y que al menos, a estas generaciones del 78 y del siglo XXI que nos habíamos acostumbrado a lo de la alternancia en el poder, a vivir entendiéndonos con sus más y con sus menos, se nos abre un periodo distinto, la coalición de las izquierdas. Ya sabemos quiénes van a gobernar y, puestas ya las fichas en el tablero, con la Constitución o con eso que los autodenominados progresistas llaman ordenamiento jurídico, queda esforzarnos por convivir con nuestras diferencias y, como dijeran nuestros padres doceañistas, defender el bienestar de la Nación y de los individuos que la componemos.
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