Enrique García-Agulló

España nos roba

Estoy hasta las narices de todos esos separatistas que ven en los campos de sus pueblos sólo piedras para levantar muros en los que encerrarse frente a los que no sean de allí

Enrique García-Agulló

Hago mía esta frase, tan dentro de mí como la de Plus Ultra o la de Andalucía por sí, para España y la Humanidad. Como muchos españoles llevo sangre de muchos pueblos felizmente cruzada con otras sangres de la vieja Hispania. Sangre goda o navarra ... por García, catalana porque, muy juntito a Urgel, vio la luz mi apellido en el lugar de Agulló, o vasca de la ciudad de Orduña. Siete de mis bisabuelos provenían de Castilla y León, Castilla-La Mancha, La Rioja o Valencia pero, por fin, una de Cádiz, Rosario del Toro y Quartiellers, hija de otro gaditano, mi tatarabuelo José del Toro y Castro, manantial de donde seguro fluyó hacia mí el ferviente amor que tengo por esta ciudad ya que, mi abuelo, originario del antiguo Reino de Valencia, al llegar destinado a Cádiz por su profesión, tuvo la suerte de casarse con la hija de aquella Rosario y nieta de aquel José. De ahí, mi padre y, luego, un servidor.

Y he hecho esta frase mía porque, en vez de dolerme que a cada instante la suelten unos catetos localistas que llevan el separatismo por bandera para romper España, a mí sí sé qué me roba, como a tantos otros españoles más. Me roba el corazón. Me lo tiene robado de tanto como la quiero.

Estoy hasta las narices de todos esos separatistas que ven en los campos de sus pueblos sólo piedras para levantar muros en los que encerrarse frente a los que no sean de allí, pobres chalados que suspiran por hacer de su aldea una nación y de su región un imperio. Ayer, dizque porque cercenaban sus fueros y sus lenguas, hoy por espionaje telefónico, como si ellos no estuvieran todo el santo día espiando a ver quién pone el cartel de su establecimiento en castellano, quién enseña en español o qué pobres niños juegan en «el idioma del Estado» durante el recreo. Valientes hipócritas.

Vamos, que si las cosas no fueran para ponerse en su sitio están para que, como contaba Gila sus guerras, nos levantemos un día oyendo por la radio que la Generalidad «llama a consultas» a su embajador o que invade lo que pomposamente nombran ellos el estado español ¡Qué cansinos, antiguos y pesados son estos separatistas con la maravilla de personajes que han dado sus regiones a España!

La culpa inmediata de esto no la tenemos los españoles, seamos catalanes o no, ni vascos de izquierda o de derecha aprovechada o no, sino los gobernantes que nos han ido tocando de unos años para acá y, ‘cum laude’, los dos últimos socialistas, el que le dijo al honorable de turno que adelante con el Estatuto y éste de la mesa de diálogo que, por hacerse de más en lo que carece, nos hace de menos a los demás queriendo resarcirse de esas mesas donde le tienen asaz olvidado, tanto en Estados Unidos como hasta en el grupo prevalente de la Unión Europea, que hay ver el numerito del otro día de la reunión con la mesa versión Kremlin, (eso sí, cortita de perras), entre no sé qué consejera y un Bolaños humillado por obligarle a dejar fuera su móvil.

Estoy cambiando mi cuenta de un banco que no es gran cosa, mi cuenta digo, no la entidad, no se confundan, porque ahora soy yo el cansado de que cada vez que contacto con ellos por teléfono, tenga que escuchar que si quiero ser atendido en castellano pulse uno, en catalán pulse dos o en inglés pulse tres. El gallego y el vasco ni lo nombran, el inglés, sí, no sé si por la proximidad de Rota y su Base Naval de uso hispano americano o por La Focona, acomodación lingüística de las ‘four corners’ británicas en el trasiego entre La Línea y Gibraltar.

Así que, independentistas añosos, muchas gracias por el lema que, encima, nos ha salido gratis. A mí España sí que me roba, me tiene robado el corazón en la diversidad de sus gentes y en la autonomía de sus territorios, como diversos y autónomos son también mis orígenes de español.

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