Enrique García-Agulló
Eslóganes y cotilleos
El último episodio de esta serie va de ministros que mandan unidades militares a la zona de conflicto y de ministros que defienden las pretensiones del nuevo zar, mientras sigue constante la tortuosa senda emprendida con la peculiar periferia política del separatismo
Ser corresponsal de prensa extranjera en España debe ser interesante. Se puede gozar de nuestra forma de vida con reconocida gastronomía, paisajes y parajes con encanto, buenos servicios, aceptable bienestar, un patrimonio histórico tan rico que va desde Atapuerca hasta la más atrevida modernidad y ... un mosaico de leyes ideológicas que nos ha llevado en nada de tiempo al mayor catálogo de géneros que existe en el universo. Aún más, con un gobierno como el que tenemos, de lo más entretenido con todas y cada una de sus andanzas y gobernanzas.
El Mundo vive atribulado con lo del COVID hace ya tiempo. Incomprensible para nuestros pequeños, fastidioso para los jóvenes y de mucho riesgo para tantos colectivos, bien profesionales, como los sanitarios, bien por razón de edad, como nuestros mayores aislados de sus familias. Se tuvo que crear una generación para el teletrabajo, con lo que costó a los españoles el descansito del café… Surgió una educación sin aulas y sin compañeros en esos momentos en los que empieza a forjarse la amistad, se trajeron unas vacunas más acreditadas que otras, se debate con mascarillas sí o no, de horarios y pasaportes. Diecisiete maneras de entender una pandemia.
Con este lío se cerró el Congreso, se nos confinó, se nos apabulló con un enrevesado guion informativo y se nos dio un presidente más amante de sus comparecencias sin control que controladas, que cuando no está surcando los aires en su Falcon militar, se nos muestra bajo el imperio del esdrújulo estirado hasta lo sobresdrújulo queriendo impresionarnos con eslóganes mientras sortea las extravagancias de los miembros de su gobierno en el que unos tiran por aquí y otros por allí. El último episodio de esta serie va de ministros que mandan unidades militares a la zona de conflicto y de ministros que defienden las pretensiones del nuevo zar, mientras sigue constante la tortuosa senda emprendida con la peculiar periferia política del separatismo.
Buscando nuestro consuelo por la pandemia, digo yo, nos ilustró primero con lo de la desescalada, que ya es dificultosa en su comprensión, luego con la de la nueva normalidad, que nacería con vocación de caducidad, también digo, porque lo que pudo ser nueva ya se habrá normalizado otra vez a menos que aspire a entrar en la historia como el autor de una nueva Era, la Edad de la Nueva Normalidad. Y ahora, lo de la legislatura del empleo.
Si el presidente es de izquierdas y la ministra de Trabajo aún más, cómo salen tan ufanos hablando del crecimiento del empleo, con tanto autónomo desesperado y tantas empresas liquidadas. La normativa laboral vigente es la que es y el poco empleo privado que se haya creado nos ha venido en el ámbito de aplicación de las leyes laborales de la denostada centroderecha, ERTE inclusive, legislación que ya no derogan, sino que tocan un poquito, dizque que reformándolas en un 5%. Y, por seguir, en lo fiscal, otro palito, aparentando aplicar una política solidaria bajando el IVA de la luz que decían que no se podía bajar, pero sin reducir ni eliminar los demás impuestos afectos con lo que, dado el tremendo incremento del precio de la electricidad, me da a mí que, aunque el tipo sea menor, recaudan ahora más al ser mayor la base impositiva.
Mientras cosas así como éstas pasan aquí, los canales de televisión, cierto que alguno muchísimo más que los demás, largan cada día en sus informativos una suerte de revoltijo donde mezclan Ucrania, la incidencia acumulada, las hospitalizaciones, la subida de los precios, la inflación, si se separa una Infanta o si se divorcia un ex guardia civil. Una sociedad adormecida con las nanas de una política de eslóganes y de cotilleos puede ser capaz de encandilar hasta a los corresponsales más severos.
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