Enrique García-Agulló

¿Dónde vamos?

La tendencia de los gobiernos de izquierdas ha sido la de igualar la sociedad por debajo en vez de primar los méritos y los esfuerzos de los que más se empeñan

Enrique García-Agulló

Una sociedad sin valores es difícil que obtenga el respeto en el concierto mundial de las naciones y en España, con este gobierno actual que no por los de otros socialistas que la gobernaron antes dentro de la Transición, se está desmontando una forma de ... ser de una nación que quiso definirse en Cádiz como la reunión de todos los españoles.

Demolida la estructura de la enseñanza, desarmada la nación del apego a la misma desde la diversidad de nuestros territorios y nuestras singularidades, confundida la estructura social en un prolijo catálogo de situaciones de género, se han lanzado nuestros gobernantes a situarnos de nuevo en el tablero del enfrentamiento con lo de la Ley de Memoria Democrática que busca castigar los crímenes del franquismo como de lesa humanidad pero no así el castigo de los delitos que se auspiciaron en la república y durante la guerra civil y tantos por cuestión de ideología como pasara con los más de siete mil clérigos y monjas que por pensar de manera distinta fueron masacrados durante aquellos año de gobiernos socialistas y comunistas.

En cuanto a la educación, hace unos días oí preguntarse en la radio a un contertulio si estos legisladores dejarían que, llegado el caso, les interviniese un cirujano carente de los suficientes conocimientos y experiencias o, incluso, verse defendidos ante un tribunal por un letrado que hubiera ido acumulando en su currículo un rosario de asignaturas no aprobadas o aprobadas de aquella manera. Y quien habla de médicos o de abogados, dígase lo mismo de cualquier otra profesión.

Y es que, desde hace unos pocos años, la tendencia de los gobiernos de izquierdas ha sido la de igualar la sociedad por debajo en vez de primar los méritos y los esfuerzos de los que más se empeñan y que, por razones obvias, visto lo que hay, tienen ahora que emigrar a otros países donde sí se les reconocen sus conocimientos y su buen hacer. Su destino final es ahormar una sociedad abúlica y conformista donde los mayores méritos para destacar pasan por tender alfombras a los pies de los que mandan en política. Y hasta muchas veces algunos empresarios también les aplauden para sacar mayores réditos en un sistema en el que, digan lo que digan y vistas las posteriores puertas giratorias, se entienden con naturalidad.

La izquierda se llena la boca con eso de que de lo suyo mana el progreso y que de lo otro el fascismo y esto no es así de ninguna manera. Los regímenes de izquierda, cuando avanzan hacia su objetivo final de único poder, se aprovechan de todo, y aquí, hasta de los separatismos que quieren destruir la fortaleza de una Nación.

Hoy se priman valores como el descaro y hasta la zafiedad en algunos programas de televisión con gran alcance donde, por retribuciones más que apreciables, se desvelan intimidades y se priman las traiciones. Vivimos en un mundo de «te lo juro, de verdad», como si jurar pudiera ser tanto de verdad como de mentira. La mentira y el desparpajo viven entre nosotros, desde un rey que se asoma a la puerta y dice «lo siento, no lo volveré a hacer», hasta una vicepresidenta que defiende que su presidente podía decir una cosa siendo candidato y otra dirigiendo la nación, que ahí está la hemeroteca con esa suerte de coladas volcánicas escupiendo la lava del engaño y de la trampa sin pudor alguno.

Se cuenta entre los liberales que, en épocas de prosperidad podría ser oportuno apoyar a los socialistas porque tienden a gastar y a repartir pero, que, en épocas de penuria, conviene apoyar a los conservadores porque éstos son los que se esfuerzan en crear empleos y riqueza.

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