Enrique García-Agulló
Dobles parejas
El noble arte de la política se centra, además de «establecer los derechos fundamentales de la Nación» en «conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de los individuos»
A quienes hemos crecido en política por vocación e, incluso, a quienes han crecido en política por profesión, se nos ha llenado la boca, a unos por convicción y a los otros por posición, con lo de la división de poderes y, de ... entre los mismos, la clásica triada de legislativo, ejecutivo y judicial a los que, unos desde el principio y otros en su devenir, hemos añadido un cuarto poder que es el de la prensa como libre testimonio y análisis de la tarea pública y de sus protagonistas. Hoy se esparce por el mundo virtual ese fenómeno de un nuevo poder que podría ser el dimanado de las redes sociales, devoradoras de cualquier impulso individual y más que probable sembradero de colectivización de las mentes de quienes abusan de ellas.
Pues bien, de entre esos tres poderes públicos que tanto nos gusta nombrar y recordar, sólo uno, repito, sólo uno llega a la tarea política preparado y acreditando que se ha formado para ello . Los demás ya saben cómo pueden llegar y, lo que es peor, cómo desde el primer momento se puede ascender para la política inyectado del credo y de la disciplina de los partidos.
Con esto no quiero hacer demérito de quienes ostentan el honroso papel de la representación política sin más sostén ni más mochila que su propia trayectoria personal, sus convicciones y sus mejores encantos porque todo el mundo tiene derecho a participar en la vida pública a todos los niveles pero que tengan presente mucho y siempre aquello que ya dijeron nuestros primeros padres constitucionales, que el noble arte de la política se centra, además de «establecer los derechos fundamentales de la Nación» en «conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de los individuos», fin para el que conviene que quienes piden nuestra confianza en el voto se comprometan a ello y traten de formarse para que así pueda salir, porque no todo vale ni sólo lo que diga la dirección del partido es lo que conviene .
Cuántas veces hemos leído y oído esa frase de que «a la política se viene llorado o se viene estudiado» que, unos a otros, se la dicen sin pudor, ora en el Parlamento, ora desde el gobierno, siempre tan impostados y tan ufanos de sí mismos, como si tras ellos no hubiera un mañana para nadie más. Me viene ahora a la memoria un comentario que, a mitad de los setenta, charlando con Antonio Fontán, buen maestro y mejor político, me trasladó sobre que en la política hay que ser profesional pero no hacerse un profesional de la política , sino llevar a la acción política tu formación con humildad desde tu preparación o desde tus propias experiencias laborales.
Dicho esto voy a lo que voy por lo de la preparación. Por encima de todo, en nuestra Nación se sitúa la Corona que, desde 1978, es símbolo de la unidad del Estado y tiene como principal encomienda la de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones. En estos últimos años hemos convivido en España con dos Reyes y dos Reinas, (como esas dobles parejas de tan buena jugada en el mus), y por ello, en mi modesta opinión, hemos podido apreciar cómo un Rey y una Reina fueron formados para este papel desde su nacimiento sin que quiera esto decir que los otros dos no den o hayan dado todo por la Corona. Al Rey Emérito le deberemos siempre su decidida apuesta por la democracia y el entendimiento de los españoles y a la Reina Leticia su acertado acompañamiento a Don Felipe preparado desde su nacimiento para cumplir el papel que la Constitución le otorga pero que, ya ven, a veces el gobierno le impide llevar a cabo. El artículo 117 de la Constitución establece que «la justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey », y él no ha podido entregar este año los despachos a los nuevos jueces que, muy pronto, y precisamente en nombre de S.M. El Rey, han de dictar sentencia en las cuestiones que se susciten ante los tribunales, porque el gobierno, según se ha dicho, lo ha dejado en Zarzuela al no poder garantizar su seguridad en Barcelona, Cataluña.
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