Enrique García-Agulló
Distancia social y demás cosas del lenguaje en esta pandemia
A mí esto de la distancia social me suena a separación de clases
Me chirría oír eso de « la distancia social » y no lo considero muy afortunado y menos para este gobierno como el que ahora tenemos. A mí esto de la distancia social me suena a separación de clases, vamos, a que los muy ricos ... no dejarían que se les acercasen los pobres, ni siquiera los «millennials» o como se diga eso, ni los asalariados aunque tengan su paguita de cada mes, ni los menos ricos, que haberlos haylos, esos que tienen dos coches, uno para la señora y otro para el caballero, que tienen en casa secadora además de lavadora, que les regalan a cada hijo un móvil de última generación desde el mismo día en que reciben su primera comunión y que ya han ido de vacaciones a Dominicana, a Botsuana o a las Seychelles, cosas que las pueden hacer muchos españoles como se ha visto en las repatriaciones que se han tenido que hacer con esto del Covid 19 y por la cantidad de fotos que se publican en las redes sociales de tan exóticos destinos. Yo creo que hubiera servido el que se nos dijera que nos separásemos un metro o dos, que la distancia a mantener entre dos personas fuese de un metro o dos o de metro y medio; pero no, les ha gustado llamarlo «la distancia social» y eso que yo creía que esta clase de gobierno que tenemos ahora apostaba decididamente por el acercamiento social aunque se mantuviese el distanciamiento entre los que gobiernan y los gobernados, que para eso ya estábamos bien sufridos los españoles.
También en esta cuarentena hemos oído no sé ya cuántas veces que lo que hace el gobierno de Sánchez siempre es la primera vez que se hace y así somos los primeros en la renta mínima , somos los primeros en un luto de diez días que, por cierto, ya han pasado sin ceremonia alguna convocada ni entre pastores protestantes, rabinos judíos, imanes musulmanes o clero católico, nada de nada, pero sí, hemos sido los primeros. Hemos sido los primeros hasta en afectados y en fallecimientos, de los primeros del mundo.
Y es que gusta mucho a las izquierdas lo de las distancias, como ya se ve en el Parlamento, como ya se vio en lo del Tinell o en aquello de no es no. Se da como fatal desencuentro provocado desde este gobierno de comunistas y socialistas apoyado por un rosario de minorías que van desde las derechas independentistas vascas a las izquierdas catalanas. Se da con la ruptura de la sociedad española tras estos benditos años de la transición que nos había permitido vivir en desacuerdo con gobiernos de centro derecha y de centro izquierda. Debe ser lo de « la nueva normalidad », la que insistentemente se nos repite y hasta desde los informativos de televisión, como para que vayamos acostumbrándonos a esta nueva tierra prometida. Ya habíamos empezado a familiarizarnos con la memoria histórica, con el empoderamiento, con las fases, con la contención y hasta con que el vicepresidente segundo nos regalara el oído un día sí y el otro también con lo de compatriotas pese a que, según sus alianzas, la patria esté ahora en proceso de definición y que no sepamos cómo acabará la pobre con todas estas cosas que, como sarpullidos, le van saliendo a estribor y a proa. Lo mismo que lo del presidente, que en cada sabatina, trata paternalmente de acostumbrarnos al nuevo lenguaje. Sí se nos lleva a la nueva normalidad, adiós, transición. Se nos lleva con un nuevo lenguaje enfatizado en la pandemia. Vamos a cambiar mucho los españoles después de esta pandemia que nos va a costar una enormidad. ¿Cómo seremos, cómo hablaremos, cómo nos relacionaremos?En fin, cosas de una larga pandemia…