Damero o caleidoscopio
La política podría ser otro arte comparable con el ajedrez en el que, en vez de dos jugadores, se enfrentan dos sociedades o un gobierno frente a los problemas de su sociedad
El ajedrez asombra siempre con su aspecto de serena actividad donde la inteligencia y la estrategia juegan por el triunfo de una de las partes en contienda que, aunque a veces termine en tablas, tampoco enfada tanto a quienes a ellas llegan, basando todo en ... unas reglas conocidas y admitidas. La política podría ser otro arte comparable con el ajedrez en el que, en vez de dos jugadores, se enfrentan dos sociedades o un gobierno frente a los problemas de su sociedad.
En nuestro actual escenario la política ya no es así, se ha recluido el interés general y prima el interés particular e ideológico sustentado en el NO ES NO o en pactos de exclusión aunque desvergonzadamente se presuma de políticas inclusivas. Y, lo que es más peligroso, todo en el ahora mientras se entretiene al personal con panes y circenses cerrando cada partida al caer el sol porque no se prevé un mañana, pues «mañana, Dios dirá».
El presente se ha vuelto antipático al Gobierno así que imagínense si van a buscar sitio para el futuro que, día por día, embarra más no sólo la cohesión entre españoles y territorios sino en lo económico pues, cada día que se abre, se nos presenta con mayores nubarrones grises con esta creciente inflación, impuesto real que pagamos los menos favorecidos y no tanto los más afortunados.
Los que dicen que saben de esto gustan de hablar de macroeconomía, pero el pueblo llano se entiende mejor en lo de la microeconomía, la luz, el gas, los combustibles, la cesta de la compra o que la administración, cada vez más numerosa, se nos ha hecho minúscula atrincherada en sus sistemas informáticos de citas y en teléfonos que nadie coge o que largan una deshumanizada grabación desesperante. La gente de a pie habla de algo menos etéreo y más terrenal, como que, este año, el que tiene una pensión de 1.000 euros sabe que, de verdad, sólo dispondrá de 900 en comparación con lo que podía hacer con esos mismos euros el año pasado y, más aún, que cada día en por los medios se nos abrume con lo de la deuda pública encima de lo que sufrimos con la nuestra privada. Pobres de quienes nos sucedan el día que haya que pagarse esa deuda pública o pobres de nosotros si los acreedores nos la quieran cobrar ya o nuestros políticos nos la quieran disminuir vía impuestos.
Pues bien, en este escenario trilero se nos ha echado encima un nuevo entretenimiento, Pegasus, que mira que es una pena que lleve ese nombre con la gloria que dieron a España los autobuses y camiones Pegaso. Se ha convertido en un pandemonio donde unos dicen que los otros les espían y otros dicen que a quienes se les espía es a ellos, deviniendo todos en una suerte de alocado caleidoscopio de mil colores y figuras según se mueva a la izquierda o hacia la derecha y, no les digo ya, si se le agita desde el insaciable separatismo o desde las izquierdas y derechas más extremas.
Ante este panorama, y cuando el mundo se enfrenta con temor a la posibilidad de una tercera guerra mundial, este país que ayer fue de Pegaso y hoy se nos muestra de Pegasus, se va a enfrentar en un mes y medio a la organización de la 40ª Conferencia de la OTAN y no puedo ni imaginarme qué correrá por las cabezas de sus dirigentes. ¿Se traerán sus móviles o vendrán con radio casetes o sólo con papel y boli? A ver si nos piden que para comunicarse entre ellos se les tenga que poner aquellos teléfonos de baquelita negra con los que el inolvidable cómico daba sus partes de guerra…