Enrique García-Agulló
Cuarenta Pepas
Nuestras flores son para la Madre España pero, especialmente, para la generosidad de aquella fecha de 1812 en la que, por primera vez, se salía de la oscuridad del absolutismo
Parece mentira, pero son cuarenta años los que han pasado desde que el CLUB LIBERAL 1812 promoviera el homenaje a nuestra primera Constitución, precisamente aquí, en la ciudad donde se discutió, que la vio proclamar y que la juró. Cuarenta años, ocho lustros en los ... que, año por año, los socios del Club y muchos amigos liberales más venidos de otros Clubes y organizaciones afines nacionales e internacionales, hemos acudido a dejar nuestras flores en homenaje a tan singular gesta, orgullo de España. Primero unos años en la soledad de los nuestros y después ya con la compañía del Ateneo o el Ayuntamiento rumbo al Bicentenario.
En poquísimas ocasiones dejamos de poner flores en el Monumento de la Plaza de España. Cuando se cumplieron sus 175 años porque, pese a que nos ofrecimos al Ayuntamiento para colaborar nos encontramos por respuesta que esto se hacía desde Madrid. Y entonces las llevamos al mar de Poniente, allí donde la Caleta. Y las echamos al agua para que la marea las llevara al otro hemisferio. O cuando la Guerra del Golfo, el terrorismo o la pandemia lo impidieron. Pero en el resto, año tras año, nunca hemos faltado a la cita.
Este año, por lo de las obras, tampoco podremos dejarlas en el corazón de la Plaza de España, pero las dejaremos muy cerquita, en la calle Colombia, por donde el Monumento puede aún intentar mirar parte de nuestro muelle. Allí, a modo de homenaje permanente, se erigieron durante el Ayuntamiento de Teófila Martínez unos hitos que recuerdan a aquellos diputados doceañistas que, uno a uno y con sus nombres, dejaron ya entre nosotros merecida y admirada memoria de lo que fueron, valientes héroes de ambos hemisferios llegados a Cádiz para representar la soberanía de España en unos momentos en los que nuestra Nación, como estos días pasa en Ucrania, estaba invadida por el feroz ejército de Napoleón. Unas placas que hacen perdurar sus nombres aún en la penumbra porque, hace ya algunos años que no se enciende en su honor y respeto la llama de la memoria.
Nuestra reunión constante es una reafirmación en el hecho constitucional como la mejor defensa que los individuos podemos tener frente a la natural voracidad de los Estados. Y decimos con satisfacción nuestra reunión, como aquellos diputados doceañistas definieron entonces la Nación. Deseamos mantener la reunión de todos los españoles, máxime en estos tiempos en los que se tienen alzadas voces que no sólo la discuten, sino que la agreden.
Nuestras flores son para la Madre España pero, especialmente, para la generosidad de aquella fecha de 1812 en la que, por primera vez, se salía de la oscuridad del absolutismo proclamando que la soberanía residía precisamente en esa Nación reunión de todos los españoles y no en manos de ninguna persona ni familia. Un paso importantísimo para este pueblo que, desde aquel día, con sus luces y sus sombras, empezó su marcha hacia una democracia de respeto entre iguales y vigilante con los deberes de todos porque, aunque su texto dedique la mayor parte de su contenido a la organización del Estado, también invoca los derechos propios del individuo frente al mismo.
Les pido disculpas por no hablarles hoy de otras cosas, todas importantísimas, pero es que para quienes celebramos la Pepa cada año, nos mueve algo tan importante como es agradecer a aquellos Diputados la conquista para todos de nuestros derechos individuales al tiempo que los de la Nación y cada 19 de marzo ansiamos con fervor que algún día pueda ser esta fecha declarada Fiesta Nacional, como pasa con tantos otros pueblos importantes que la tienen en su 4 de julio o en su 14 de julio. Hoy, a los cuarenta años de cuando empezamos a hacerlo, discúlpenme por favor que me apropie de este espacio. Cuarenta años lo puede justificar.