Como el que se pee y se enoja
Responde a todos esos personajes que se enfadan por una cosa que tienen que hacer y que no hacen o que la hacen mal, mostrándose molestos y echando la culpa a los demás creyendo que así la gente no se va a dar cuenta
Seguro que algunos de ustedes han oído este dicho popular que usaban nuestros predecesores inermes entonces ante tanta tecnología de la comunicación, tanta influencia, tantas redes y tanto mirar el móvil andando, circulando, en el autobús o en la sala de espera de algún centro ... de salud con esta pesadilla del Covid que aún se cierne sobre nosotros y que no termina de marcharse, ni que tampoco hemos llegado a doblegar. Responde a todos esos personajes que se enfadan por una cosa que tienen que hacer y que no hacen o que la hacen mal, mostrándose molestos y echando la culpa a los demás creyendo que así la gente no se va a dar cuenta. Lo traigo a colación porque, alarmado el país por un suceso homófobo en Madrid, que mira que hay que tener mala saña para que ocurra allí, la izquierda gobernante y sus acólitos se han lanzado contra la derecha y el centro culpándoles de la cosa ésta de la inseguridad como si no fuera con ellos. De nuevo, vuelta la burra al trigo.
Estos señores que gobiernan ahora España, aprovechándose del suceso y sin encomendarse a nada ni a nadie, salieron en tromba a las televisiones, a las radios, a cualquier medio de prensa o de comunicación y, ante tan execrable suceso, se lanzaron a increpar a sus rivales de la oposición como si no hubiera un mañana largando su acostumbrada retahíla con no sé cuántas estadísticas, porcentajes de criminalidad o comparativas tan singulares como las de las mujeres en España y en Afganistán.
Nadie duda de lo perverso que es el mal y que, en situaciones tan lamentables como la que se nos contó, acrecienta aún más su perversión con el abuso del poder grupal y el desprecio a los sentimientos pero, todo no vale y un gobernante en ejercicio debe ser serio y prudente, enterarse de lo que pasa y respetar a la oposición en el ejercicio de su función que, para descalificaciones, ya tienen en sus partidos voceros en demasía deseando destacar para subir en su escala de méritos. Un buen gobernante debe esmerarse en sacar de la sociedad todo lo deleznable e indigno con las armas de la democracia, que no exige más que arbitrar un adecuado cuerpo legislativo y procurar que los ciudadanos, viviendo en un natural desacuerdo, logremos una convivencia pacífica a través del diálogo, del mutuo entendimiento y de la generosidad de saber renunciar para poder construir.
Hechos como el que se nos ha narrado y muchos más de su mismo ámbito y de tantos otros delitos que afectan a los sentimientos y a las libertades de las personas, tienen que ser objeto de nuestra atención para conseguir que no pasen y debemos todos poner nuestro empeño en que, superados los controles que la sociedad tiene a su disposición, generado que sea el ilícito, firme y profesionalmente, actúe de inmediato la Seguridad del Estado con las leyes que para ello elaboran nuestros parlamentarios y que luego la Justicia aplica poniendo las cosas en el sitio donde nuestros representantes políticos, siempre tan atentos al sentir de la sociedad a la que sirven, al mandato electoral y a la voluntad del pueblo escuchada, querían que quedasen puestas.
Constitucionalmente es el Estado el que tiene la competencia exclusiva sobre la seguridad pública. Además, en sus propios códigos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen como funciones asignadas, entre otras, auxiliar y proteger a las personas que se encuentren en situación de peligro; garantizar la seguridad ciudadana manteniéndola y restableciéndola, en su caso; prevenir la comisión de actos delictivos e investigar los delitos para descubrir y detener a los presuntos culpables poniéndolos a disposición del Juez o Tribunal competente. El Cuerpo Nacional de Policía lo hace en las capitales de provincia y en los términos municipales y núcleos urbanos que el Gobierno determine. La Guardia Civil en el resto del territorio nacional y su mar territorial. En algunas Comunidades Autónomas, y dentro del Estado, las propias de su nombres y jerarquía.
Las Policías Locales se ocupan, entre otras funciones, del cumplimiento de los Reglamentos, Ordenanzas, Bandos y demás disposiciones municipales o del tráfico en el casco urbano dentro de los límites del término municipal pero, en lo que a las situaciones de ilícitos en el orden público que podrían entrar en colisión competencial, deberán ser comunicadas éstas a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para que actúen en consecuencia.
Y, claro, la pregunta sería como aquello de quién dependía la Fiscalía, que ya contestó Sánchez con su “pues ya está”. De quién depende la seguridad, “pues ya está” debería repetirse porque, a menos que esté yo errado, quien se tiene que ocupar de ella es el propio Gobierno y no los municipios que están ahí para colaborar y comunicar a la Seguridad del Estado las incidencias de índole delictiva que vayan conociendo, ni tampoco la oposición. Sacar como ariete político el gobierno en casos como éste porcentajes y estadísticas sobre la peligrosidad, que está bien que los conozcamos y tanto agradecemos, si siguen aumentando no será porque la oposición diga o deje de decir, sino porque el gobierno no hace lo oportuno para prevenir y reducir esas siniestras circunstancias.
Ahí lo del dicho porque, pasando lo que nos dice este gobierno que está pasando con el aumento de peligrosidad delictiva, lo primerito que se le ha ocurrido con lo de Malasaña no ha sido asumir su responsabilidad sino culpar a la oposición y, con ello, ocultar su desidia corriendo a toda prisa, aprovechar los titulares de prensa y convocar de manera urgente la Comisión que se ocupa de lo del odio con aclamación al líder incluida, para arrinconar públicamente a la oposición como lo peorcito de Europa en una España que ve atónita cómo su gobierno, conociendo el alza de estas situaciones, en vez de asumir su inoperancia, se hace el enfadado y descalifica al de enfrente intentando confundirnos. De nuevo la mentira en torno al presidente que se ha erigido en adalid de algo que tendría que estar controlando y que, como el calamar en su huida, ha echado tinta con esa precipitada parafernalia después de lo que se ha largado y la puesta en escena que se ha montado.
Dicho esto, acabo mi modesta participación de hoy pidiéndoles perdón por haberles traído un título de apariencia escatológica con el que abrir mi comentario, pero es un dicho de antiguo que bien puede venir a este presente para ayudarnos a entender mejor lo que aquí nos está pasando de manera tan incómoda y tan asidua.