Enrique García-Agulló
Caos en Moncloa
Iglesias dice que deja la política y, después de su desafortunado resultado en Madrid, la política es la que le ha dejado a él
La vicepresidenta de Iglesias nos dice que ahora, ¡después de algo más de año y medio que se inició!... que acaba de empezar la legislatura. El presidente ha vuelto a su Falcon y sigue sin admitir preguntas y su ministra de Asuntos Exteriores, que habla ... bien poco, señala en el Congreso a Madrid por sus datos pandémicos como culpable de que los turistas británicos no vengan pero, más allá de la ignominia, calla los de otras Comunidades que gobiernan sus socios y aliados. Más contacto con la prensa, señor presidente, y menos politiqueo, señora ministra, ponga más atención fuera para que se nos conozca mejor y no nos pasen cosas como en Nueva York donde ya, III año de Sánchez, han eliminado la última referencia hispana del 12 de octubre.
Madrid ha sido un revulsivo donde, pese a haberse implicado Sánchez en la campaña, el varapalo ha sido de categoría. Ayuso ha ganado por goleada, ha hecho que los escaños socialistas se vengan abajo y que Más Madrid supere al PSOE en votos. Vamos, que los tres partidos de izquierda juntos ni se acercan a rozar al PP pese a Tezanos, al CIS, a las coces de algunos desalmados que han introducido la violencia en esta campaña o a los chistecitos de cañas y berberechos que han dejado al descubierto la solidaridad de estos socialistas con los trabajadores de la hostelería. Cuestión de sensibilidad.
Con lo de los dineros de Bruselas nos acabamos de enterar esta semana que otros tres altos funcionarios de lo económico han dejado a Sánchez: una secretaria de Estado, un director general y el director de Gabinete de la vicepresidenta, amén de los que, mutis por el foro, le dejaron antes ya en su errático caminar por la economía. Así que uno se pone a pensar y si ve que tantos altos funcionarios se van, pues sospecha que algo pasará en la Moncloa donde no vaya bien lo de las cuentas. Cuestión de confianza.
Iglesias dice que deja la política y, después de su desafortunado resultado en Madrid, la política es la que le ha dejado a él, suceso bien apreciado por muchos que verán en ello una feliz solución, pero, la verdad, es que se ha ido como llegó, mandando, imponiendo a sus ministras. Cuestión de a ver quién manda.
No hace tantos días, buscando dineros por donde sea con los que sufragar tanto gasto público que ha engendrado Moncloa, nos ha anunciado una subida de impuestos a los cónyuges en su declaración de la renta o a todos por el uso de las autovías. ¿Impuestos sobre la altas fortunas? Ja, dígaselo a los que vivimos en esta ciudad que no goza precisamente de las rentas más altas de España sino, lamentablemente, de las más bajas porque, tanto para entrar como para salir, siempre se tendrá que pagar el impuesto de marras por no tener más que autovías y no carreteras comarcales. Cuestión de política distributiva.
Ítem más. Con ese empeño suyo de que las comunidades tienen competencia para dictar medidas que limiten en sus territorios lo que a movimientos y a reunión de personas se refiere, los Tribunales Superiores de Justicia no están por avalar eso de aquella manera y son diecisiete los que hay en España. Algunos con más de una Sala en distintas ciudades, rizando el rizo ya en esto del caos como ha pasado en Andalucía, que ya veremos cómo acaba todo. Cuestiones judiciales.
Otro, su énfasis en lo de las vacunas, como si asumiera directamente él las competencias cuando la que compra las vacunas es Europa que las manda a cada Estado para su distribución, pero lo de la jeringuilla, que yo sepa, cómo, cuándo y dónde se ponen, está visto que lo organizan las Autonomías y no su gobierno ni su ministra, que lo que único que tienen que hacer es traerlas y ponerlas a disposición de las Comunidades. Cuestión de cosarios, como se decía no hace mucho.
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