Enrique García Agulló

Bajada de persiana

Un país rasgado por la muerte y por la enfermedad, con unos sanitarios al borde de la resistencia, con una economía en lo más endeble del trapecio, y el señor presidente se va

Enrique García-Agulló

Otra vez lo ha vuelto a hacer. El señor presidente ha bajado la persiana a la hora que a él le ha dado la realísima gana. Ea, ahí os quedáis, para que os lo paséis bien con Casado, con Rufián o con Abascal, y ... para que no dejéis hablar ni a la canaria ni a la de Ciudadanos, que me pegan mucha vara, que yo me voy a mis cosas y os dejo a mi equipo, a los del banco azul.

¿Será posible? Un país rasgado por la muerte y por la enfermedad, con unos sanitarios al borde de la resistencia, con una economía en lo más endeble del trapecio, y el señor presidente se va. Que deja a todos los genuinos representantes del pueblo español tirados en sus escaños, que nos deja a todos los españoles con la palabra en la boca y que se va después de anunciar que cierra el negocio por seis meses y que, si acaso, vendrá tres veces más, dentro de dos meses, dentro de cuatro y al final, a los seis meses, por si tiene que prorrogar esta triste pesadilla.

Dios mío ¿es que no tiene corazón este hombre? ¿Es que no ve que hay un país que está asustado, cabreado, empobrecido, un país que no ve luz al final de este larguísimo túnel? Y ahí que nos deja sin más, que ya le parecerá que cumplió con aquel arrebato del verano de que «hemos vencido al virus» para irse unos cuantos días al Parque de Doñana y otros a la Isla de Lanzarote. Como que se fue y que nos dejó al Illa y al Simón, sus expertos, para que siguieran contándonos historias ya que él, como Maduro, a lo más, podría aparecer por la tele cuando le venga en ganas, aunque ya haya algún canal que no le pone, porque aún le quedan la 1 y la 2 con su administradora interina y temporal. Y, mientras, los autonómicos, a currelar a su aire, tengan recursos o no, porque, ya se sabe, España es una nación de naciones y no tiene por qué no ser también una pandemia de pandemias.

¿Cómo nos vamos a comer todo esto los parias desamparados de la tierra que vemos enfermar y fallecer a familiares, amigos y conocidos y que se van los empleos? ¿O los médicos y sanitarios que ya no saben con qué atendernos? ¿Qué se comerá mañana, cuántos meses va a aguantar la deuda el casero o hasta cuándo podrán resistir las colas del hambre? ¿Volverán a abrir las fábricas, recolocarán algún día los expatronos?

Y ahí está el parlamento, como un un desierto en la palabra y en la presencia, con un montón de escaños vacíos desde hace ocho meses ¿Dónde están quienes nos pidieron nuestros votos para encargarse de nuestros asuntos? Porque si el control al presidente va a ser cada dos meses para qué tener a tantos parlamentaros a sueldo si no pueden hacer nada. Es doloroso, es muy triste, es de un enorme agobio ver todos esos escaños vacíos tantos y tantos meses porque sus escaños vacíos nos hacen ver también el vacío de los empleos, del «erte» que no se cobra, de «la vital» que no llega, del familiar, del vecino, de aquel abuelo que ya se fue para siempre y a quien no se podido acompañar al cementerio en su último viaje.

Bajada de persiana, ése es el sonido de España ¡Clan, clan, clan! Y un cuerpo agachándose para cerrar el último candado. Y un folio pegado en esa persiana diciendo «se traspasa», «se alquila», «se vende» . Otro cierre de local en la misma calle y otros cierres de fábricas en tantos pueblos y ciudades. Tristeza, y miedo, mucho miedo por no saber si hoy te toca a ti o a tu vecino de al lado. Pero el señor presidente parece que no siente lo mismo y se va, o no sabe cómo llegar al alma y a los sentimientos de sus connacionales porque no parece asomar compasión alguna, no padecer con los demás, compadecerse. Y nos quita la cara y se va. Ha bajado la persiana.

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