Enrique García-Agulló
Ayuso cae bien y Almeida también
A mi modesto entender ambos marcan un camino nuevo, oportuno y necesario para que reconozcamos mejor a los populares con esta suerte de salto generacional, ideológico o de confianza
Vi la entrevista que hace unos días hicieron en El Hormiguero a la presidenta de la Comunidad de Madrid y aún, pasados estos días, me sigue reconfortando haber testado ver un personaje político de tal guisa con esa actitud de frescor y de naturalidad, de ... sinceridad y de empuje. Una persona que nos contaba haber llegado a la política por servir a su compromiso con la sociedad bajo una idea pero que tiene muy claro que hay que saber salir de la misma, o de los «destinos» que en la misma hubiese, y seguir el devenir de la vida de manera natural, sin añoranza, que es ésta muchas veces la causa de creerse imprescindible, de ese apego tan arraigado que tienta a nuestros representantes y, aún más, a toda esa corte de colocados en el sector público, sea la propia administración, sus empresas, agencias u observatorios.
Se la tiene puesta en el punto de mira de la confrontación no sólo por su oposición, ni tan siquiera por la del gobierno de la nación, sino por profesionales de la prensa, iluminados contertulios y también por algunos compañeros de partido, ya se sabe, «cuerpo a tierra que vienen los nuestros». Y, lo que es peor, metiendo en el juego a su entorno familiar, porque todo vale en este campo de batalla que es la España política de nuestros días donde el consenso se fue, el diálogo enmudeció y la convivencia pacífica adolece de quiebra en desarrollo exponencial, ya que no hay momento del día en el que no salten a los medios toda clase de pullas y sucias artimañas. Pero ahí sigue, con la confianza de sus electores y la lealtad de su equipo de gobierno, haciendo real el proyecto que tiene para su Comunidad y para sus conciudadanos.
También ocurre lo mismo con otro personaje esperanzador para la administración de los intereses de España y tan valioso como es el actual alcalde de la Villa y Corte, pero que, al derredor de ambos, por aquello del congreso provincial, se están colocando las cuerdas de un «ring» en el que enfrentar esta distinta y para mí tan atractiva manera de trabajar en política por ambos madrileños, a modo de circo mediático para solaz y complacencia del personal, mayormente de su oposición, pero dándole tinte a una de pretenciosa y al otro de obligado inquisidor, sólo por someter a sus compañeros cuál de ellos debería presidir su organización territorial.
A mi modesto entender ambos marcan un camino nuevo, oportuno y necesario para que reconozcamos mejor a los populares con esta suerte de salto generacional, ideológico o de confianza. Y que el PP debería mimar para sus votantes que, ahora, pueden decantarse entre el clásico conservadurismo y el centro democrático ganoso de entendimiento para sacarnos del bache en el que hemos caído durante estos últimos años, suma de experimentos caribeños y egoísmos nacionalistas, superados por las izquierdas ya los tiempos que se enroscaban al cuello la «kufiya».
Cierto es que Casado nos ha dicho que tiene preparado «a la sombra» un posible gabinete de gobierno y que, si los votos le apoyan, lo primero que hará será derogar todo este entramado legislativo al que se nos esta llevando, actuación y promesa plausibles para que, en caso de llegar, no vuelvan a caer en lo mismo que sus antecesores. O sea, tiene gente con los que comparte y prepara su proyecto que, naturalmente, aún tienen que ser opacos, pero también tiene gente como Almeida y como Ayuso que han marcado un camino a seguir para lograr la confianza en el PP de sus conciudadanos. Los tiempos le podrían ser más propicios si mimara más por igual a sus adalides territoriales y dejara bien claro a sus cooperadores de viejo cuño que hasta la España de 1978 cumple años, que hay otros modos de hacerse entender tan claros como los de Ayuso y Almeida.