Enrique García-Agulló
Ayuno y abstinencia
Una guerra vale mucho dinero tanto para el que la empieza como para el que la sufre, y no sólo por el coste de las armas
Esta guerra sobrecoge. Rusia se ha lanzado con su enorme poderío bélico despreciando toda suerte de normas de entendimiento internacional y de respeto a la soberanía de las naciones. Ucrania, con el valor de los indómitos cosacos, se ha empeñado en no dejarse avasallar, ha ... mandado a lugares presumiblemente seguros a sus hijos y se ha dispuesto a la defensa total.
No quería hablar sólo de esto, ni de Putin y su ministro de Exteriores, dos rostros del mal. Ni aún de las imágenes que nos llegan, conmovedoras unas y desastrosas otras, difíciles de comprender más allá del mundo de la psiquiatría. Y ni aún más, del asombro que me produce tanto ucraniano y tanta ucraniana hablando a la perfección y sin acento un castellano con la mejor de nuestra gramática. Quería hablar de cierto desdén notado tras la petición del Papa Francisco a los católicos de que aprovecharan los ritos tradicionales de la Cuaresma para abrir su mejor capacidad de compasión a fin de solidarizarse con este pueblo oprimido aprovechando estos momentos para ponerse en disposición de entender y atender este drama al tiempo que orando para que la razón y el entendimiento vuelvan a reinar, cosa natural en un dirigente religioso con sus seguidores.
En el mundo hay más o menos 2.500 millones de cristianos de los que cerca de 1.400 son católicos y casi todos, exceptuando muy pocas confesiones, usan como práctica piadosa el ayuno y la abstinencia. Se estima que los musulmanes, en sus distintas confesiones, son más o menos 1.700 millones, los hinduistas algo más de mil y los budistas un poco más de 500. Todos viven el ayuno y la abstinencia, pero aquí, entre nosotros, no suscitan la frívola y mordaz crítica que por ello padecen los católicos.
Poniendo las cosas en su sitio quizás sean los católicos los menos complicados en estas cosas porque, formalmente, días de ayuno sólo tienen dos al año en el calendario frente a los 30 del ramadán para los musulmanes, por ejemplo. Y, en cuanto a la abstinencia, bastante más pacífica es la cristiana que no prohíbe ningún alimento frente a los que el Islam excluye por no ser ‘halal’, las vacas de los hinduistas o esa larga lista que la Torá señala a los judíos, que también tienen su Yom Kipur, como no ‘kosher’, quedando quizás como lo más liviano en estas cosas lo católico pues la limitación de comer carne durante todos los viernes del año quedó reducida a los de cuaresma y al viernes santo, dejando los otros 45 restantes al libre albedrío de cambiarla por otras prácticas de piedad o de solidaridad.
En fin, ayuno y abstinencia me dan pie para hablar de lo que nos espera porque Rusia ha abierto una cuenta infernal, la que todas las guerras, más allá de las pérdidas de vidas humanas y del desgarro familiar, resuelven en crueles cifras y números. Una guerra vale mucho dinero tanto para el que la empieza como para el que la sufre, y no sólo por el coste de las armas.
Se destruyen infraestructuras, se demuelen puentes y carreteras, se tiran abajo edificios históricos costosos de reponer, se arrasan fábricas, comercios, colegios, universidades u hospitales, se asolan campos y sembrados, se contamina el ambiente y genera profundos odios. Una cuenta que tendremos que pagar todos. Unos porque no podrán vender allí lo que vendían, otros porque no podrán comprar allí lo que compraban y un pueblo que verá reducido por años el número activo de sus trabajadores. Lo vamos a pagar todos.
Y para nosotros los europeos, con la amenaza otra vez de un nuevo muro, se nos puede abrir además una dura etapa de verdadero ayuno y abstinencia en nuestras cuentas por estos asquerosos juegos de la guerra de Putin que todos denostamos menos los de Podemos y cinco regímenes más.
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