Enrique García Agulló
2021, calamidades
La Historia es una consecución de ciclos y a nuestras generaciones próximas les ha tocado pasar algunos muy tristes
Para quien guste de elucubraciones, hace semana y media empezó este nuevo año que, amén de todos los problemas de salud y de desempleo que aún nos trae desde el otro, por aquello de que sea el año 21 del Siglo XXI, suena a singular. ... Tampoco ha empezado bien 2021 porque, a lo que ya padecemos, amén de la pandemia y lo de la vacuna, ha entrado pegándole tremendo bofetón a los norteamericanos con esa esperpéntica jornada del 6 de enero que se han encontrado de pronto, con gran estupor, con ese intento de golpe de estado, con ese asalto a la soberanía de todos modos incalificable y de todos modos imprevisible para quienes gustan reconocerse como la primera democracia de los tiempos modernos.
Lo que veíamos por la televisión al ir finalizando aquí el día de Reyes era de todo punto inconcebible en aquella geografía que, prácticamente, desde la guerra del Vietnam viene padeciendo palos que, creo yo, no estaban ni aún están preparados. La retirada del espacio bélico del sudeste asiático o la metedura de pata tan sonada como la de Bahía Cochinos, salvando otras acciones castrenses y de inteligencia puntuales en las que han podido tener éxito, unidas a esas guerras en las que se han ido metiendo, y en las que nos metieron directa o indirectamente a España con Felipe González en 1981 o, después, con el apoyo estratégico de nuestras instalaciones durante el mandato de Aznar, más los crueles atentados de Nueva York, Washington o Boston y la crisis económica padecida, llevaron a propiciar esta suerte de populismo tuitero que alzó a Trump a la presidencia.
En muchos otros sitios hemos visto hordas asaltando parlamentos y tomar o intentar tomar por la fuerza esas respetables sedes en las que reside la representación popular de la soberanía, aunque fuese por más o menos horas. Y no me refiero a Venezuela ni a ningún otro país donde hemos visto «esas machadas», no, me refiero al asalto al Congreso de España en 1981, al «rodeemos el Congreso» animado por los de Podemos cuando se reunía para investir presidente a Rajoy, el hostigamiento al Parlamento de Cataluña con su honorable escapando en helicóptero o la efímera declaración de independencia que proclamaron los separatistas catalanes, son recordatorios cercanos de cómo esas cosas también pasan aquí.
La Historia es una consecución de ciclos y a nuestras generaciones próximas les ha tocado pasar algunos muy tristes y dolorosos como son el comunismo y su expansión o el nazismo y demás fascismos. Este nuevo siglo, además, nos ha traído el populismo así como el indigenismo tan en fervor actualmente y que en nuestra vieja España se puede asimilar en sus modos y acciones a ese separatismo casi racial de quienes quieren desmembrar nuestra Nación y, como colofón, todo ese nuevo entramado de las llamadas redes sociales e internet que se ha convertido en el paraíso de las ‘fake news’, donde parece que todo vale, en el comercio o en el cotilleo de la honra y donde se ha situado con especial protagonismo la política y su entorno oculto de quienes tienen como único afán lograr el poder por encima de lo que sea y, por supuesto, por encima de nuestras libertades.
De lo que tenemos en casa ya sabemos algo nosotros y, además, por lo que nos vienen contando quienes aquí aún buscan asilo huyendo de tanto populismo e intervencionismo. Se vislumbra una transformación que parece empequeñecer el esfuerzo privado de autónomos y empresas, ahogándolos en sus calamidades y generando cada vez más desempleo de modo que, como no se pare esto y se aclare, nuestro sistema de vida empezará a entrar en riesgo. Los asalariados se verán más preocupados y los emprendedores más desanimados y todos deslizándonos poco a poco hacia ese espacio social publicitado de una única y poderosa dirección que dejará de lado lo privado y enaltecerá lo público, un futuro donde impere el subsidio sobre el esfuerzo y una poderosa clase dirigente. El último vestigio de la libertad para la sociedad civil quizás pudieron ser esas redes sociales, pero, ay, amigos, esa sociedad cayó en su propia trampa pensando en que ahí estaba su revancha, porque sátrapas más poderosos y políticos más ambiciosos, le han quitado la vez.